De acuerdo con información del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación, existen en nuestro país numerosos basurales a cielo abierto, definidos como aquellos sitios donde se disponen residuos sólidos de manera indiscriminada, sin control operativo y con escasas medidas de protección ambiental.
Se estima que son entre 4.000 y 5.000 basurales de este tipo, lo que representa un problema ambiental de gran magnitud. La falta de gestión adecuada, de controles y de medidas de protección ambiental contribuye a la contaminación del suelo, del agua y del aire. Además, favorece la proliferación de animales como ratas, insectos, mosquitos y todo tipo de aves, muchos de los cuales transmiten enfermedades.
La descomposición de los residuos genera gases de efecto invernadero como el metano, que contribuyen al cambio climático. A su vez, los lixiviados —líquidos resultantes del paso del agua a través de los residuos— pueden disolver o arrastrar compuestos orgánicos e inorgánicos, incluyendo metales pesados y microorganismos, y contaminar aguas superficiales y napas subterráneas, con consecuencias graves para la salud pública.
Los basurales a cielo abierto también causan impactos sociales, como la degradación del paisaje y la afectación de la calidad de vida de las comunidades vecinas, que conviven a diario con un persistente olor a basura en el aire.
En Monte Hermoso: situación actual y reiteración de incendios
En nuestra ciudad, el basural tiene carácter formal, es decir, está sostenido, gestionado y utilizado por el municipio como estrategia de eliminación de residuos.
Es importante tener en cuenta que está ubicado en la periferia de la ciudad, un espacio posiblemente seleccionado cuando aún se encontraba alejado del área urbana. Pero hoy esa situación ha cambiado. Está emplazado en el sector noroeste y ha quedado rodeado por zonas cada vez más pobladas. A pocas cuadras se encuentran los barrios Parque Dufaur y Las Dunas, y a escasos metros, el nuevo loteo de 278 terrenos destinado a un barrio residencial de vivienda permanente.
También están próximas al vertedero la Planta Pesquera, el Club Social y Deportivo Suteryh y el Centro Astronómico. En este contexto, el lugar ya no resulta adecuado.
Motivada por la serie de incendios ocurridos este año —cuatro en total— realicé una visita al sitio. Aunque se ha solicitado información oficial al respecto, aún no se ha recibido. No se han detallado datos sobre la cantidad de focos, su control, las causas ni las acciones preventivas implementadas. Los incendios a cielo abierto liberan gases tóxicos que afectan la salud humana y el medio ambiente, con el riesgo adicional de que los vientos extiendan las llamas hacia zonas habitadas.
Me sorprendió la magnitud actual del basural. En una visita anterior, hace unos diez años, la situación era distinta. El depósito estaba más alejado del camino de acceso y se llegaba caminando unos 300 metros hasta una gran depresión en el terreno, revestida con una membrana, donde los camiones municipales arrojaban la basura. Allí reciclaban algunas personas, recogiendo y reutilizando materiales aprovechables. Había animales, olores y peligros, pero no personal municipal controlando ingresos y egresos.
Hoy la basura se ha triplicado en volumen. La distancia entre el acceso y los sectores de acumulación se ha reducido drásticamente. Hay montones esparcidos por toda el área, con múltiples caminos internos entre los residuos. En el ingreso hay personal de seguridad que solicita identificación y motivo de la visita. Los vehículos pasan por una balanza antes de ingresar. Se observan sectores quemados y un fuerte olor a humo persistente. El galpón donde se separaban los residuos quedó destruido por el fuego, aunque otro, ubicado a la izquierda del acceso, cumple actualmente esa función mediante el uso de maquinaria específica.
Allí opera el sistema GIRSU (Gestión Integral de Residuos Sólidos Urbanos), un programa del gobierno provincial implementado por el municipio a través de “Mi Provincia Recicla”, con inclusión de recuperadores urbanos. Su objetivo es reducir la cantidad de basura enviada a disposición final mediante separación en origen, recolección diferenciada y valorización de los materiales. En este espacio se clasifican y empaquetan plásticos, cartones y vidrios, que luego se comercializan. También se promueve entre la población el uso de bolsas diferenciadas: negras para residuos húmedos y verdes para secos. Esta tarea, a cargo de los recuperadores urbanos, genera empleo local.
Se valora esta actividad, aunque resulta mínima en comparación con el volumen total de residuos. Sin embargo, representa un paso hacia la reducción en la disposición final, la revalorización de los materiales y la economía circular. Aun así, el hecho de que conviva con un basural a cielo abierto representa una contradicción, ya que este último no contribuye a ninguna de esas acciones.
El tema central, sin embargo, son los incendios. Su recurrencia genera preocupación en la población. Un trabajador del lugar explicó que los focos no son intencionales, pero debido a la cantidad y profundidad de los residuos, es muy difícil extinguirlos por completo. Pueden quedar brasas activas bajo capas de basura que, al entrar en contacto con el aire, reavivan el fuego, especialmente con la ayuda del viento. Las llamas liberan sustancias altamente tóxicas, perjudiciales para la salud respiratoria y el ambiente: no sólo dióxido de carbono, sino también metales pesados como mercurio, plomo y cromo, que se liberan en forma de humo denso y oscuro.
Por todo esto, es urgente retirar el basural a cielo abierto de su actual ubicación. No solo por el riesgo de incendio, sino porque esta forma de disposición ya no debe existir. Es contaminante, peligrosa y favorece la propagación de enfermedades. Además, atrae roedores que representan una amenaza para la salud humana.
Abordar esta problemática debería ser una prioridad, con miras a una solución ambiental definitiva. Toda esta acumulación de residuos constituye un material combustible de alta peligrosidad. Los incendios no sólo liberan sustancias tóxicas sino que exponen la necesidad de intervenir en el origen del problema: los basurales a cielo abierto.