Atravesando la última etapa anual del ciclo Café filosófico que ofrece la Biblioteca Popular, este viernes 21, a las 19, la profesora y periodista Mónica Carmelino coordinará su propuesta El poder de la información, actividad abierta a la comunidad.
«La filosofía no vive en los libros gruesos ni en los templos del saber. Vive, más bien, en los intersticios: en la pausa antes de responder, en el temblor de una pregunta, en la sensación de que la vida −así como está− aún puede pensarse de otra manera», advierte nuestra habitual colaboradora, quien anticipa que a partir de enero los encuentros tendrán una frecuencia semanal, «de manera que quede como opción para los turistas que quieran acercarse y disfrutar un rato de charla filosófica, café de por medio».
La filosofía, según ella, «es un rumor antiguo que nos acompaña mientras hacemos café, mientras esperamos un mensaje, mientras miramos por la ventana una ciudad que gira sin pedir permiso. Se cuela ahí, silenciosa, preguntándonos si esa prisa que arrastramos es realmente nuestra, o si simplemente la heredamos del mundo», reflexiona.
«Pensar es un acto de resistencia. Resistir la velocidad, el ruido, la inercia. Una pequeña rebelión contra la superficialidad que nos ofrece respuestas instantáneas. La filosofía, en cambio, prefiere el terreno incierto de la duda, ese espacio donde el espíritu se expande y se vuelve más ligero. En la vida cotidiana, filosofar es aprender a mirar de nuevo. Mirar como si el mundo fuera un espejo empañado que necesita de nuestra respiración para aclararse. Descubrir que cada gesto −amar, decidir, renunciar, esperar− contiene un secreto que solo se revela cuando lo interrogamos con paciencia».
Muy destacable esta apuesta de las autoridades de la biblioteca, que se percibe como un intento por elevar la vara en un entorno cada vez más habituado a la mediocridad, la trivialidad o la vulgaridad: «La filosofía ofrece profundidad –apunta Moni Carmelino−, no resuelve los dilemas pero los vuelve habitables. A veces aparece como un hilo que une el desorden con un sentido posible; otras, como un faro que ilumina apenas unos pasos, los justos para no quedar a oscuras. Y así caminamos: entre preguntas que nos sostienen y certezas que se deshacen. Pero en ese vaivén, la vida se vuelve más nuestra, más reflexiva, más libre, más consciente, porque filosofar, al final, es aprender a vivir despiertos».







