Argentina campeón de la Copa América

“Yo quiero seguir intentando, yo quiero ganar algo con la Selección” dijo hace un tiempo Lionel Messi en una entrevista.

La recompensa a no abandonar nunca, a siempre seguir intentando, llegó anoche.

La Selección fue campeona, nada más y nada menos que ante Brasil y en el Maracaná.

Todos los indicadores estaban en rojo, sobrevolaban, amenazantes, sobre las esperanzas de la conquista.

Brasil llevaba un invicto de más de 2500 días de local, 80 partidos sin perder ante rivales de Sudamérica en su país (Perú en Copa América 1975), no perdía con Argentina por los puntos desde el 2005, nunca había perdido una Copa América siendo anfitrión, tenía la marca de haber ganado las últimas 7 finales que había disputado y nunca había perdido una final en el Maracaná.

En contrapartida, Argentina traía la mochila de 28 años sin títulos de la selección mayor y, como si eso fuera poco, venía de perder las últimas 5 finales que había disputado (Copas Américas 2004, 2007, 2015 y 2016; Mundial Brasil 2014). Además, no ganaba hace 23 años en el Maracaná.

Los números, para aquellos que los tienen en cuenta, habían bajado un poco la esperanza de obtener este torneo. Pero quizás eso fue lo que hizo que los jugadores crezcan tanto.

Además de todo eso, las críticas desmedidas a Lionel Scaloni y a todo el equipo, sumaba una cuota más de presión, como si no fuera demasiado todo lo anterior.

Si se habla estrictamente de lo sucedido en el rectángulo verde, Argentina jugó el mejor partido de la era Scaloni.

Se jugó como se juega una final: concentración, firmeza y tranquilidad. El equipo tuvo las tres.

La defensa férrea, anuló por completo al ataque brasileño (lo más temido). El mediocampo aguantó las embestidas circunstanciales de Brasil y después apagó el partido con la pelota en el piso. La delantera fue lo que no había podido ser durante todo el resto de la copa: efectiva.

Un partido para pasar por las escuelas de fútbol.

Párrafo aparte para Ángel Di María. Uno de los jugadores más criticados del seleccionado, no por su juego sino por sus reiteradas lesiones. Como si él eligiera lesionarse o tuviera algún tipo de responsabilidad.

A pesar de todo eso, quienes saben por todo lo que ha pasado Di María, entienden la importancia de su gol, de su ovación cuando salió de la cancha y del título.

Angelito, fue parte de las anteriores derrotas en finales de Copa América y fue ausencia por lesión en la del mundial. Es uno de los tres (Messi y Agüero) que viene de la anterior camada.

Si alguien merecía ese gol, ese era Ángel Di María.

Para colmo, el último título del seleccionado también se había dado en los pies de él, en la final de los Juegos Olímpicos de Beijing 2008.

“Acepten la injusticia, traguen veneno, que todo se equilibra al final” dijo Marcelo Bielsa en una charla post partido cuando dirigía en Francia.

Estos jugadores hicieron eso. A pesar del recambio generacional hecho por Scaloni, los nuevos llegaron y rápidamente se cargaron la mochila de la sequía de títulos, sin miedo.

Los títulos no quieren decir mucho sobre los procesos, son “frutillas del postre”. Pensar que el título es lo único, tira a la basura todos los procesos de trabajo.

Si se piensa así, entonces todos los equipos son perdedores excepto el que sale campeón.

Ninguno de estos jugadores necesitaba el título para demostrar algo, ninguna de sus carreras tendría una mancha por irse sin título de Brasil. Pero merecían quitarse esa mochila que injustamente cargaban sobre sus hombros.

Luego de la derrota en la final del Mundial de China 2019, el entrenador de la Selección Argentina de Básquet, Sergio Hernández dijo: “no perdimos el oro, ganamos la plata”.

Ser plata también es un gran logro pero alguna vez se les tenía que dar el oro. Merecían poder festejar después de tantos golpes recibidos.

El grupo lo merecía y Messi lo merecía. Antes del partido final, varios jugadores decían “queremos ganarlo por él”. El grupo estaba comprometido y mentalizado, tenían la cabeza en ganar. Ganar por ellos, si, pero también para quitarle el yunque que pesaba sobre los hombros del capitán argentino.

Por eso es tan hermosa la foto final del partido. Suena el pitido final; a Messi le tiemblan las piernas, no le responden, no se puede levantar y a los 2 segundos divisa a todos los compañeros corriendo hacia él. Nadie más que ellos sabe el sufrimiento y la frustración que tuvo que atravesar Messi.

No se podía ir del seleccionado mayor sin un título. El fútbol, anoche, fue un poquito más justo.

La victoria de Argentina supone algo más que un título de fútbol. Es un rayo de alegría entre tanta oscuridad. Al menos por un rato, las divisiones se suprimen y queda una atmósfera de alegría colectiva.

Después de tantos golpes, de tantas pálidas, el pueblo argentino tiene algo que festejar.

De Paul, Paredes y Messi

Aún con el recambio generacional como un hecho consumado, las divisiones seguían existiendo en el grupo.

No eran por diferencias, ni mala relación, sino porque aún nadie había dado el paso para mezclar a los “antiguos” de la selección, con los “nuevos”.

Los encargados, por decisión propia, fueron Leandro Paredes y Rodrigo De Paul.

En una de las primeras convocatorias, agarraron el mate y se fueron a tocarle la puerta a Messi.

Estuvieron charlando sobre temas futbolísticos y de grupo. Hablaron de que ellos lo tratarían como uno más y sentaron las bases en cuanto a lo futbolístico: se terminaba la “Messidependencia”. Si él no estaba en ventaja ¿para qué dársela todo el tiempo? Para ellos no tenía sentido desgastarlo tanto. Además, le quitaba la presión a Messi de tener que aparecer todo el tiempo en cualquier sector de la cancha.

Después del mate y la charla, todo se selló con unas partidas de truco.

Si, el grupo de la Selección Argentina se acercó con mate y truco de por medio.

Messi valoró el gesto. Siempre quiere que lo traten como uno más y finalmente había encontrado compañeros que lo entiendan.

En De Paul y Paredes encontró, además de dos amigos, dos leones dispuestos a combatir con él. Encontró dos referentes que lo ayudarían en la difícil tarea de comandar al grupo.

En ese truco comenzó formalmente el ciclo Scaloni, allí se sentaron las bases de la nueva selección nacional.

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