Conversemos sobre familia. El desafío de la educación afectivo-sexual

La sexualidad es una dimensión fundamental que debe ser atendida por las familias y por la escuela con visión integradora

Madre conversando con su hijo

Uno de los términos más “ambiguos” hoy día es sin duda, el de sexualidad. De ahí que la educación sexual sea un enorme desafió para los padres y que muchos no se atrevan a abordarla en familia. 

¿Cuál es la razón? Mencionemos algunas: pudor, desconocimiento, incomodidad o vergüenza.

Maritchu Seitún nos alienta diciendo que hoy urge contarles a nuestros hijos como papás, lo que nosotros pensamos sobre el amor y sobre la sexualidad ya que forma parte de la información y de la formación que ellos tendrán en este tema y en muchos otros.

“Yo no creo –comenta la psicóloga- que esta tendencia moderna de ir a relaciones efímeras y parciales sea buena para nadie, el amor sigue siendo el amor y el encuentro humano de personas con otras personas enteras sigue siendo lo mejor. Es más urgente que nunca porque como los chicos vienen con esta información subliminal desde los medios, desde  las películas, desde la televisión, desde el internet y desde los videos de youtube urge que los papás (hablen) lo hagan tempranamente en la vida de sus hijos”. 

Varias investigaciones advierten que una buena porción de adolescentes admiten no haber recibido educación sexual alguna y que por ello muchos de ellos buscan como fuente de información la pornografía a través del celular o la computadora.

Los padres tienen la tarea de abordar el tema de la sexualidad sin ambigüedades

Hablar de sexualidad es polémico. Papá y mamá deberán establecer cuál posición tomarán. Esto les dará seguridad y motivación para informarse.

Entre las diversas posturas hay quienes pensamos que la condición sexuada es una de las dimensiones relevantes de la persona que se adquiere desde el momento de la concepción. Abarca aspectos biológicos, afectivos, racionales y sociales. En este sentido nacemos varón o mujer, señala la pediatra argentina Zelmira Bottini, por lo cual, la diferencia sexual es ineludible, originaria, permanente. Ser varón o mujer son dos formas distintas de presentarse la realidad humana.

La sexualidad no debe aislarse de todos los otros aspectos que hay que educar en los hijos, ya que no la podemos reducir solo a genitalidad, sino que hay que integrarla a la afectividad humana. Y esta se comienza a formar desde que los niños son pequeños.

¿Qué es la educación afectiva-sexual? 

A la hora de educar a varones y a mujeres hay que tener en cuenta sus diferencias y peculiaridades corporales, psíco-afectivas y sociales, y brindarles una visión integradora de la sexualidad. 

La sexualidad es comunicación, y por ello, como todo lo comunicativo, tiene un aspecto externo corporal, visible, y también un aspecto interno, que no se ve,  íntimo, que hay que comunicar al otro adecuadamente.

La búsqueda del placer sin compromiso que predomina hoy día, los vínculos débiles, la exaltación del yo, no colabora en ayudar a nuestros jóvenes a descubrir la dimensión afectiva de lo sexual.

Lo corporal y los psíco-afectivo tienen que complementarse. Con este fin es primordial que los hijos se sientan muy queridos por sus padres. Esta experiencia de amor los fortalecerá para querer vivir de manera madura e íntegra sus futuros vínculos amorosos como así también vivir la femineidad o la masculinidad de forma adecuada y cuidarse en situaciones riesgosas. 

Es así que el desarrollo de la afectividad en los hijos los ayudará a comprender e integrar en su personalidad su dimensión sexuada. ¿Qué tal si para lograr buenos resultados, desde pequeños comenzamos a enseñarles el cuidado del propio cuerpo? ¿Utilizamos límites que los ayuden a  fortalecerse? ¿O ejercitamos la regulación de las emociones para alcanzar el bienestar? 

Estas y todas aquellas habilidades que contribuyan a formar una personalidad fuerte en los jóvenes serán poderosos recursos para el ejercicio de una sexualidad plena. Hoy en día se ha instalado una “falsa autonomía” que no permite a los adolescentes un ejercicio responsable de su libertad.

Los padres deben tener en cuenta la edad, y no es tan sencillo, ya que cada etapa tiene sus características y exigencias: desde los tres o cuatro años hasta los ocho o nueve, los pequeños comienzan con inquietudes respecto a su sexo y están en capacidad de reconocer las diferencias entre un niño y una niña, como también aparece la curiosidad de “cómo se hace un bebe”

En la pubertad, aproximadamente a partir de los diez u once años, los jóvenes adquieren la fertilidad sin ser capaces aún de integrar en su personalidad, todavía en desarrollo, el deseo sexual. Esto les hace especialmente vulnerables en la gran cantidad de estímulos que reciben del ambiente. Por otro lado los adolescentes comienzan su despertar sexual unido al deseo, y surgen los “primeros amores”. En este período se resignifican las identificaciones adquiridas en los primeros años y se da lugar a la definición de la identidad.

Tengamos en cuenta que los ciclos vitales se van sucediendo en nuestros hijos sin interrupción y con ello los cambios corporales y psicológicos, en donde la sexualidad también se va desplegando. Según cómo se plantean las cosas en la actualidad da la impresión que muchos de nosotros necesitamos volver a definir conceptos de acuerdo a convicciones y valores que están siendo desdibujados por otras ideas que confunden y muchas veces no permiten una educación clara, concisa y coherente. 

Los padres deben tener en cuenta la edad, y no es tan sencillo, ya que cada etapa tiene sus características y exigencias.

En este sentido los padres deben proporcionar bases sólidas, e información verdadera. En el caso de la sexualidad se debe comenzar aseverando que comienza con el  hecho biológico natural: ser varón o mujer. Por lo tanto todo lo que hacemos, pensamos o sentimos, lo hacemos como varones o mujeres. Los adultos debemos cuidarnos de no adelantar información inadecuada que los niños no puedan incorporar correctamente debido a su corta edad.

Conocer como educadores esta realidad luego permitirá, cuando llegue el momento, explicar las variables que la cultura propone. 

Aportes de la Educación Sexual Integral en las escuelas

Un aporte lo está desarrollando la escuela con la implementación del Programa ESI, la Educación Sexual Integral. Sin embargo esta contribución no excluye a los padres quienes son los primeros educadores de sus hijos, en la formación de este tema como en tantos otros. 

En este sentido es fundamental la interrelación entre familia y escuela para que los papás estén en conocimiento de los saberes impartidos acerca de la sexualidad en el colegio, ya que, como dice la ley 26.206 de Educación Nacional, ellos como agentes naturales y primarios de la educación forman parte de la comunidad educativa. En este caso el abordaje de la sexualidad como contenido pedagógico podría tener la libertad de generarse desde diferentes perspectivas admitiendo la complejidad de la temática dando posibilidad a cada alumno de continuar en esta área con el estilo educativo de su hogar.

Como en tantos aspectos de la vida, la sexualidad es una dimensión fundamental que debe ser atendida por las familias quienes acompañarán a sus hijos en el proceso de maduración para adoptar decisiones libres. Es imprescindible no perder el significado de la sexualidad para comprender el sentido de la propia vida y por lo tanto construir relaciones interpersonales sanas.

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