Los argentinos celebramos el Día de la Independencia recordando aquel momento de 1816 en el que el Congreso reunido en Tucumán declaró la ruptura de los lazos coloniales con España. Pero, más allá del acto político, el lugar donde todo ocurrió, convertido en símbolo inequívoco de la fecha patria, también tiene su propia historia en torno a la Casa Histórica de la Independencia, más conocida como Casa de Tucumán.
La emblemática casona fue construida en la década de 1760 por Diego Bazán y Figueroa, un comerciante salteño radicado en Tucumán, como parte de la dote para su hija Francisca. Estaba destinada a ser una vivienda familiar, y no una sede política. Sin embargo, más de medio siglo después, fue el lugar elegido para albergar el Congreso General Constituyente que sesionó allí entre marzo de 1816 y enero de 1817.
Ubicada en la entonces llamada “Calle del Rey”, la calle fue rebautizada como “Congreso” en honor al acontecimiento histórico que allí tuvo lugar. La casa se adaptó a las necesidades de los diputados, derribando algunas paredes internas para agrandar el salón donde se firmó la declaración de la independencia.
Cambios, demoliciones y una restauración histórica
A lo largo del siglo XIX, la casa tuvo múltiples usos: funcionó como aduana, almacén de guerra, sede del correo, telégrafo y hasta juzgado federal. Con el tiempo, la estructura original fue deteriorándose hasta que, en 1904, se demolió casi por completo, conservando únicamente el conocido “Salón de la Jura”.
La reconstrucción fiel a su estilo colonial original llegó recién en 1943, cuando el arquitecto Mario Buschiazzo dirigió una restauración basada en planos, documentos y una valiosa fotografía tomada en 1869 por el italiano Ángel Paganelli. En esa imagen, considerada clave, se observaba la fachada original con detalles que permitieron recuperar su fisonomía del siglo XVIII.
Un detalle curioso es el color de su fachada. Durante muchos años se creyó erróneamente que la casa había sido pintada en tonos verde y amarillo. Sin embargo, estudios posteriores demostraron que originalmente era blanca, con contrapuertas pintadas de azul prusia: los colores patrios que hoy nos resultan tan familiares.
Un museo con alma
Actualmente, la Casa de Tucumán funciona como museo nacional. Allí se exhiben objetos de época y se ofrece la propuesta audiovisual “Luces y sonidos de la Independencia”, una recreación con relatos y proyecciones que permite revivir lo ocurrido aquel 9 de julio.
Durante el mes de julio, debido a la gran afluencia de visitantes por las vacaciones de invierno, se suspenden temporalmente las visitas guiadas, aunque el museo permanece abierto para recorridos libres.
Declarada Monumento Histórico Nacional en 1941, la Casa de Tucumán es hoy mucho más que una reliquia: es un símbolo del nacimiento de nuestra nación y una invitación permanente a redescubrir los hechos y personas que dieron forma a la Argentina independiente.