El 24 de noviembre se celebra el Día del Vino Argentino. La fecha fue establecida en el Bicentenario de la Revolución de Mayo, en 2010, cuando la presidenta Cristina Fernández de Kirchner declaró al vino como “bebida nacional” mediante el decreto 1800, luego ratificado por el Senado a través de la Ley 26.870.
El vino argentino es un símbolo de nuestra sociedad y una expresión de identidad. No solo sostiene la economía de las provincias productoras —con San Juan, Mendoza y La Rioja como principales referentes—, sino que la diversidad de climas y suelos convierte a cada región en un territorio único que da origen a variedades propias, aromáticas y autóctonas.
Más de 13 provincias participan de la actividad vitivinícola y Argentina ocupa el 6° puesto entre los países productores de vino, además de ubicarse como el 9° exportador mundial. Los principales destinos de nuestras exportaciones son Estados Unidos, el Reino Unido, Canadá, Brasil y los Países Bajos.
Según los últimos informes, las exportaciones de vino fraccionado crecieron un 6%, mientras que las de vino a granel aumentaron un 150%. En el mercado interno, el crecimiento fue del 7%, un dato alentador que ayuda a equilibrar la caída del consumo tanto a nivel local como internacional.
Aun así, ocho de cada diez argentinos consumen vino en sus hogares, compartido en familia y no exclusivamente en el clásico asado de los domingos. Nuestro país ocupa el 7° lugar mundial en consumo per cápita, con un promedio de 22 litros anuales por habitante. El vino, así, se vuelve parte de nuestra cultura cotidiana: tal vez sea un vino sencillo para la mesa diaria, pero en los momentos especiales nunca falta la visita a la vinoteca para elegir y compartir una buena botella.
Sin duda el vino es una bebida con historia y profundamente arraigada a nuestra cultura. Natural, diversa y noble, acompaña al ser humano desde hace casi ocho mil años. No necesariamente le gusta a todos, pero puede ser apreciado y disfrutado por la mayoría. También influye el paso del tiempo: quizá en la juventud prevalezcan bebidas más livianas o espirituosas, pero, inevitablemente, después de los 30 muchos descubren la solidez, la belleza y el encanto del vino. Y, a partir de ahí, suele ser un camino de ida.







