Cada 6 de septiembre se homenajea a una de las especies de aves más peculiares del mundo: las aves playeras. La fecha busca generar conciencia sobre su valor ecológico y sobre la necesidad de cuidar los ecosistemas que utilizan a lo largo de sus extensas rutas migratorias.
Además, la celebración contribuye a promover la investigación y el monitoreo de estas especies, al mismo tiempo que se destaca la importancia de su conservación a nivel mundial. Se trata de un recordatorio de que su supervivencia depende del compromiso compartido entre países y comunidades.
Viajeras incansables
Las aves playeras, pertenecientes al orden Charadriiformes, comprenden más de 200 especies, entre ellas los chorlos, ostreros y avocetas. Su rasgo más sorprendente es la migración: recorren miles de kilómetros cada año, conectando el Ártico con Sudamérica en trayectos que exigen resistencia y precisión únicas en la naturaleza.
Una fecha con objetivos claros
La elección del 6 de septiembre responde a la necesidad de visibilizar el declive poblacional que enfrentan muchas de estas especies por la pérdida de hábitats, la contaminación y el cambio climático. El objetivo central es proteger sus áreas de descanso, reproducción e invernada, fundamentales para completar sus viajes. Al mismo tiempo, se busca alentar la cooperación internacional, ya que estas aves no reconocen fronteras.
Desde cuándo se conmemora
El Día Mundial de las Aves Playeras comenzó a celebrarse en la primera década del siglo XXI, impulsado por organismos internacionales y redes de conservación como la Red Hemisférica de Reservas para Aves Playeras (WHSRN), creada en 1986. Con el paso de los años, la jornada del 6 de septiembre se consolidó en el calendario ambiental y hoy es reconocida en distintos países.
Curiosidades que las hacen únicas
Una de las principales curiosidades es su enorme diversidad: existen más de 200 especies distribuidas en playas, lagunas y humedales de todo el planeta, cada una adaptada a distintos entornos costeros.
Otro aspecto destacado son sus migraciones extremas. Algunas, como el playero ártico (Calidris canutus rufa), recorren hasta 30 mil kilómetros al año, atravesando continentes y conectando ecosistemas distantes.
Además, estas aves son indicadores ambientales muy valiosos. Su presencia o ausencia en determinadas áreas refleja el estado de salud de los ecosistemas costeros, lo que convierte a su monitoreo en una herramienta clave para la ciencia.
Por último, su historia es milenaria. Existen fósiles de aves playeras que datan del Plioceno y Pleistoceno, lo que demuestra su antigüedad y capacidad de adaptación a lo largo del tiempo.








