Creo que estábamos un poco locos…
El club era la representación misma de lo que éramos como pueblo.
Mi mamá daba clases de patín y siempre andaba peleando con alguno de la comisión.
Los del fútbol se quejaban porque les entregábamos tarde la pista.
Los del bufet nos querían matar cada vez que íbamos al baño porque con las rueditas de los patines ensuciábamos todo el piso.
Mi papá ponía cara de pocos amigos cuando mientras patinábamos, de pronto ¡plum!!! sonaban las bochas pegando contra la madera.
Recuerdo a personas alisando con los pies la tierra húmeda de la canchita de bochas, con ese olor tan particular…
Y detrás de todo eso se escuchaban los festejos de una partida de truco ganada por los señores que jugaban a las cartas en las mesitas de la entrada.
Éramos un cambalache de gente diferente, pero nadie dudaba en empujar para adelante a la hora de hacer.
Mi mama ponía en aquellas clases de patín la disciplina, y mi viejo la parte artística. Siempre andaba armando aparatos raros de luces y sonido.
Recuerdo el año que consiguió por primera vez luz negra. Estaba fascinado.
Y hubo un número que fue armado para aprovechar al máximo esas novedosas luces.
Recuerdo al Dim y a Ricardo en el museo armando un aro… gigante. Era un aro de unos tres metros de diámetro y estaba forrado con cintas blancas.
Ese aro había que colgarlo del techo del club. El techo era altísimo.
Así es como viene a mí mente la imagen de los bomberos del pueblo usando su valioso tiempo para ayudar al Dim a colgar un aro blanco del techo.
Después de unos cuantos intentos, lo lograron.
De ese aro colgaban unas cintas, también de color blanco, que llegaban hasta el piso.
Cada patinador, entraba a la pista y agarraba una cinta, y al compás de la música se empezaban a mezclar, mezclar y mezclar hasta que formaban una enorme trenza, del techo hasta el piso.
Yo no fui protagonista de este número ya que era muy chiquita, solo participaron los más grandes y expertos.
Recuerdo a mí mamá desesperada en los ensayos gritando: ¡Paren pareeeeen!!! cuando uno se equivocaba, ya que si seguían patinando se armaba tremendo nudo y pasábamos más tiempo desenredando las cintas que ensayando.
Fue uno de los números más difíciles de llevar adelante.
El día del festival, el club quedó a oscuras…
Solo estaban prendidas las luces negras.
Únicamente se veían el aro y las cintas.
Los patinadores estaban con vestimenta oscura pero con cubre botas blancos, por lo que se veían resaltados sus pies.
Yo solo recuerdo el efecto de ver un montón de patines que se mezclaban y cintas que volaban formando una enorme trenza blanca hasta el piso, al compás de alguna de las estaciones de Vivaldi.
Todo salió perfecto.
No conseguí fotos de ese show.
Y si… sigo creyendo que estábamos un poco locos. Pero qué lindo haber sido parte.
Feliz cumple Club Atlético Monte Hermoso.
Gracias, siempre.