Las últimas semanas trajeron un cambio rotundo para el campo bonaerense. Luego de un invierno seco y con reservas hídricas al límite, la primavera irrumpió con lluvias abundantes que transformaron el paisaje productivo. En buena parte del centro y sur de la provincia, los registros superaron ampliamente los promedios históricos, con acumulados que, si bien devolvieron vida a los cultivos, también generaron nuevos desafíos.
En la franja que abarca Azul, Tandil, Olavarría y Benito Juárez, las precipitaciones de octubre y comienzos de noviembre superaron en algunos casos los 200 milímetros. Los lotes de trigo, que venían resentidos por la falta de agua, mostraron una rápida recuperación, con espigas más uniformes y un notable repunte en el llenado de grano. Las imágenes satelitales y los relevamientos técnicos coinciden en que el potencial de rinde se ubica por encima de las estimaciones iniciales. Sin embargo, la contracara de ese alivio es el exceso de humedad: los productores enfrentan presión sanitaria creciente por roya y mancha amarilla, y muchos campos presentan dificultades para ingresar con maquinaria.
Más al sur, en los partidos de Tres Arroyos, Coronel Dorrego y San Cayetano, el escenario es más heterogéneo. Si bien las lluvias recargaron los perfiles, la distribución fue muy irregular. En algunas zonas se lograron 120 a 150 milímetros acumulados en tres semanas, pero en otras los registros apenas superaron los 60. En consecuencia, los trigos implantados temprano se encuentran en buenas condiciones, mientras que los sembrados en fechas más tardías exhiben desarrollo desigual y signos de estrés en los lotes más livianos.
Hacia la zona costera, las precipitaciones intensas complicaron la finalización de las labores de fertilización y los controles fitosanitarios. Las napas altas y los caminos rurales en mal estado retrasaron la logística, lo que derivó en mayores costos y demoras en las aplicaciones. En algunos lotes de cebada, las lluvias prolongadas ya provocaron brotado y pérdidas de calidad en espiga. Aun así, los técnicos estiman que, de mediar una ventana de tiempo seco, el rendimiento promedio podría superar el del año pasado.
El maíz temprano, implantado con humedad óptima, presenta buena emergencia y desarrollo inicial. No obstante, las siembras avanzan a menor ritmo de lo previsto, especialmente en suelos pesados donde el exceso de agua impide el ingreso de maquinaria. En el centro bonaerense, muchos productores evalúan pasar parte del maíz planificado a fechas de segunda o incluso reemplazarlo por soja, en busca de mayor flexibilidad ante la inestabilidad climática.
La soja de primera, en tanto, muestra un panorama más alentador. Las lluvias llegaron justo antes del inicio de la siembra y permitieron una implantación pareja en gran parte de la región. Aun así, en sectores bajos persisten anegamientos que obligan a retrasar labores o resignar superficie. La expectativa general es buena: los perfiles están recargados y, si el clima se estabiliza, los cultivos podrían aprovechar un arranque de campaña con condiciones muy favorables.
El balance actual combina alivio y precaución. La recuperación de la humedad fue un respiro tras tres campañas condicionadas por la sequía, pero la abundancia de lluvias también deja en evidencia la falta de infraestructura para manejar los excesos. En varios partidos del centro y sur bonaerense, los productores coinciden en que el desafío ya no es “esperar la lluvia”, sino aprender a convivir con sus excesos.
De cara a lo que resta del año, los pronósticos mantienen una probabilidad elevada de precipitaciones por encima del promedio, lo que podría sostener la buena condición de los cultivos de verano, aunque con riesgo de nuevos encharcamientos. En un contexto de alta variabilidad climática, la estrategia pasa por ajustar el manejo, priorizar la sanidad y estar atentos al ritmo del clima, que sigue marcando el pulso de cada decisión.
El campo bonaerense transita así una campaña de contrastes: de la falta de agua a la abundancia en pocas semanas. La cosecha de trigo se perfila con rendimientos que podrían superar los del año pasado, pero la calidad dependerá de cómo se comporten las lluvias en las próximas semanas. Para la soja y el maíz, el punto de partida es prometedor, aunque el desafío será mantener el equilibrio en un escenario que cambia día a día.







