El día después

Urnas de madera

Aquel 31 de octubre de 1983 fue el día después de habernos expresado en las urnas, en nuestra voluntad de elegir a nuestros gobernantes.

Pero no fue solo eso. Fue el día después de comenzar a transitar un camino de esperanza, de ilusión y de creer en nosotros mismos.

Dejábamos atrás la época más oscura de nuestra historia. Y es verdad que quizás no sabíamos mucho, pero poco a poco nos fuimos enterando y eso fue lo que nos provocó no solo dolor por no haber querido o no haber podido ver, sino el abrazar a esta democracia recién nacida que necesitaba que la cuidaran.

Ese primer día de estos 40 años. Ese primer día de un largo camino de construcción democrática que implicó mezquindades, renunciamientos, cobardías y atrevimientos. La historia política de nuestro país siempre fue activa e incomprensible a veces. Va más allá de los estereotipos de políticos que imaginamos, grandes hombres (e invisibilizadas mujeres) renunciaron a grandes deseos personales para luchar por la Patria. Y otros grandes hombres también lucharon pero por satisfacer esos deseos personales.

Más allá de estas reflexiones, la democracia fue creciendo poco a poco. Se vieron pasar políticos grandiosos a lo largo de este tiempo. Se vieron tomar decisiones trascendentales e importantes para el futuro en crecimiento de nuestro país. Se vieron crecer hombres y mujeres en el marco de la democracia.

Pero también se vio a un pueblo que fue aprendiendo sobre lo que había pasado en esos años que no hay que olvidar. El pueblo fue conociendo sobre las mezquindades e ideologías de aquellos que creyeron que exterminar era la respuesta.

El pueblo fue dándose cuenta de que si bien con la democracia no se cura, no se come y no se educa, si con la democracia se sueña, se cree, se proyecta y se trabaja. Un pueblo que entendió que todos y cada uno de los habitantes de este suelo, debe trabajar por mantener y respetar los valores de la libertad, que son los que primero tenemos y debemos reclamar siempre.

La construcción democrática es continua y sin pausa. La democracia es una bandera (tal vez imperfecta, tal vez diversa, tal vez sorprendente) que hay que “tribunar” siempre, y que tal vez a veces el viento nos la vuela un poco, el sol nos la decolora, la lluvia nos la apaga, pero que cada uno en este país reconoce que es el único modo no solo de mantener los tres poderes del Estado que nos construyen, sino también es la garantía de participación y libertad.

En aquel 1983, en Monte Hermoso se presentaban dos candidatos a intendente: por la Unión Cívica Radical, Santiago Labrisca, y por el Partido Justicialista Rodolfo Majluf, que resultó ganador pero falleció en el cargo en 1987 y completó su mandato Emilio Cardinali.

Desde ese entonces hasta ahora, muchos han sido resguardados en el cálido abrazo de su partido de referencia. Allí han aprendido de los más viejos y han impuesto sus propuestas. Han crecido, han sido dirigentes y también candidatos a serlo, pero a todos ellos y ellas siempre los cobijó el sueño de los desafíos, el querer un Monte Hermoso sano y pujante y el seguir creyendo que con la democracia se cura, con la democracia se come y con la democracia se educa.

Urnas de madera

Algunos nos acordamos que en aquella ocasión votamos con urnas de madera. Hoy son de cartón. Pero las mismas fueron rescatadas: esas urnas originales están exhibidas en Tecnópolis, gracias a la gestión ante el Ministerio del Interior de la Nación.

Salir de la versión móvil