El Hotel Saúl cumple 50 años. Mano a mano con uno de los herederos del tradicional alojamiento de Monte Hermoso

Hotel Saúl 50 años Monte Hermoso

“Podríamos escribir un libro sobre todo esto”, reflexiona Jorge Díaz, uno de los herederos del emblemático Hotel Saúl, que cumple 50 años desde su inauguración.

Junto a sus hermanos Paulo y Andrea, y su madre, Mirta, Jorge continúa con la tradición familiar que inició su padre, Saúl Díaz, el creador del tradicional alojamiento de Monte Hermoso y uno de los primeros pobladores de nuestra ciudad.

En un mano a mano con Noticias Monte Hermoso, recuerda a su padre, repasa su vida dentro del alojamiento y cuenta cómo es en la actualidad llevar adelante un hotel familiar.

¿Cómo llega tu padre a Monte Hermoso?

– Mi fallecido padre hizo de todo. De muy pequeño compraba facturas y las revendía a los vecinos de Villa Libre, donde él aprendió a caminar. Después iba con su sulky a vender frutas y, como él decía, ‘le faltaron algunas materias para cirujano y se quedó en ciruja’, cuenta que ganaba más que el padre que era albañil.

Cuando su familia se mudó a Monte Hermoso, él aprendió el oficio y junto al abuelo Pablo hicieron muchas cosas, entre ellas el Hotel Americano (hoy Plaza) y el Hotel Residencial Americano (Ambos de la familia Lucentti). Mi viejo vio ese movimiento, muchos chacareros que pasaban un mes con su familia, y le picó el bichito de terminar con la albañilería. Además, tenía un respeto y amor por el ‘Tío Hugo’, un hombre muy bueno que se hacía querer.

Jorge Díaz

Con esa plata se compró el terreno donde hoy está el hotel y comenzó a construir la primera parte: la planta baja, donde las habitaciones 13 y 14 compartían baño. Finalmente, para la familia Lucentti hizo la pileta, la proveeduría, confitería y algo más del Camping Americano y siguió construyendo. Por esos años conoce a mi madre -Mirta- en un baile de parejas en la Laguna Sauce Grande.

Reconocemos a tu padre como uno de los pobladores más antiguos. ¿Cómo se inserta el Hotel Saúl en la vida comunitaria montehermoseña?

– Creo que la inserción del hotel en la comunidad se debe, en gran parte, a la participación de mi viejo en la ciudad. Fue por muchos años el presidente de la Sociedad de Fomento, donde dirigió la obra de cordón cuneta de la Avenida Bahía Blanca y otras arterias; se peleó con media ciudad de Bahía Blanca en la comisión Pro Gas; cortamos la Ruta 3 para que pongan el Casino, porque se pensaba que traería trabajo todo el año, luego descubrimos que no. Estuvo en la primera comisión como tesorero en ADEPROTUR, ni hablar que fue presidente de la Cámara de Hoteleros; organizaba rifas para el Hospital de Monte y Bomberos de Dorrego.

¿Qué recuerdos tenés del Monte Hermoso de antes, ese de calles de tierra y la cancha del pueblo frente a lo que hoy es el FONAVI?

– Tengo muchos recuerdos de esa época, mi viejo era muy bolichero. Llegaba y los parroquianos lo recibían con los brazos en alto, se prendía en una partida de Truco, animaba el lugar, le decían que tenía que ser él el intendente. Antes de enfermarse era el alma de cada reunión, ya sea en la de fomento, hoteleros o en casa.

Una vida en el Saúl

¿Te imaginás viviendo en otro lugar que no sea el hotel?

– Por el momento vivo en la habitación 13. Seguramente el día de mañana, si el destino me da una familia, me buscaré una casa acorde para eso. Mi vida siempre estuvo atada a este lugar pero no creo que en el futuro, con una pareja e hijos, pueda vivir acá.

¿Crees que la gente que vacaciona en el Hotel Saúl percibe ese clima acogedor de ser una empresa familiar?

– Imagino que sí, porque desde el primer momento en que ponés un pie en el lugar te encontrás con mi vieja, con nosotros, mi cuñado, mis sobrinas y algún que otro primo que anda de visita, y hasta clientes de toda la vida que te pueden calentar el agua para el mate. Eso por un lado está bueno, pero por otro no tanto: muchas personas aprovechan esa familiaridad para regatear el precio. Eso me incomoda un poco, a veces me gustaría preguntarles si hacen lo mismo en un restaurante u otros lugares, y si me entero que tiene un negocio o un consultorio, le preguntaría si me haría un descuento por 1 kilo de tornillos o una operación.

¿Crees que el turista que vuelve al hotel lo hace por cuestiones que van más allá de la buena atención?

– Sin duda. Los clientes vuelven por esa energía familiar; muchos que no vienen desde hace más de ocho años preguntan si todavía vive mi viejo o mi vieja. Te comentan de la vez que los invitamos a cenar, o que Saúl les ofreció una copa de vino.

Si tuvieras que describir al hotel familiar en pocas palabras, ¿qué dirías?

– Que es eso, un hotel familiar, que se transpiró mucho la camiseta para sacarlo adelante, para mejorarlo todo lo que se pueda, pero nunca dejando el corazón de lado.

Testigo

¿Te sentís un testigo de historias?

– Soy testigo de un fragmento de personas, más que de historias. Gente que está en “modo turista”. Quienes se me presentan por esos días tienen un comportamiento totalmente distinto al del resto del año; muy pocos se muestran tal cual son. Deduzco que se debe a las estadías cortas, las caras iluminadas con sus dispositivos móviles y una alarmante economía de gestos y movimientos. A veces uno puede asustarse, dan ganas de acercarse a tomarles el pulso. Antes no era así, el turista tenía todos sus sentidos en alerta y podías conocer sus historias. En estos tiempos son escasos los que las comparten.

Saúl, junto a su esposa e hijos

Si pudieras invitar al living del hotel a personas que percibís que tienen algo lindo para contar, ¿Te gustaría ser una especie de cazador de historias? ¿Qué les preguntarías?

– Para eso uno debe tener tiempo, pero creo que es algo que me gustaría hacer. En verano se presentan muchos personajes, algunos destacan por sus excentricidades y se puede sacar algo de jugo. Lo que realmente me gustaría sería hacerles preguntas a muchos pobladores de Monte, personas que veo y con las que sólo he cruzado un saludo. Los invitaría al hotel y les preguntaría sobre sus sueños, su visión sobre el Monte de ahora, el del pasado y lo que espera del futuro.

Tanto vos como tus hermanos nacieron y se criaron en el hotel, ¿Quieren o pueden desprenderse de su destino como hoteleros?

– A veces, cuando uno reniega mucho, alguno alcanza a decir que quiere vender todo, pero luego se nos pasa. Nosotros nacimos acá adentro y creo que eso pesa más que una rabieta por un par de cosas que nos salen mal.

¿Recomendarías a tus sobrinas y/o sobrinos continuar con el hotel?

– Claro, la tradición debe seguir.

¿Sentís que Monte Hermoso reconoce al lugar como un ícono de la hotelería?

– Sí. La esquina está desde hace más de 50 años. Muchos lo vieron crecer.

¿Te gustaría poner un hotel propio (una especie de Saúl II) en otro lugar de la ciudad, o en Sauce Grande o en otra localidad?

– No. Siempre soñé con una librería al estilo ‘La Blanquita’, con libros raros y películas de todo el mundo.

¿Si tuvieras que filmar una película con el hotel como lugar donde ocurren los hechos (a vos que te gusta tanto el cine, seguramente se te dispararán muchas escenas), de qué trataría la historia?

– Me tiraría a filmar una al estilo Pulp Fiction de Tarantino. Los protagonistas serían una pareja de veraneantes, una mucama, uno de los dueños y un tipo sospechoso que espera que se desocupe una habitación. La trama mostraría los tiempos de cada uno, esa interacción de los personajes con un posible desenlace desastroso.

Como familia hotelera, ¿tienen cosas pendientes?

– Muchas, pero todo cuesta mucho. Desde tarjetas magnéticas hasta mejoras edilicias. Son proyectos que soñamos, nunca se sabe que nos traerá el futuro.

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