Rompe el hielo con un suspiro que acelera la imaginación. Le sube el volumen a su voz, sonríe y exclama: “¿A qué no sabés dónde estoy?”.
La comunicación antes de encontrarnos era perfecta y el ruido de las olas se podía percibir nítidamente por el micrófono de su moderno teléfono celular. Pero a él la emoción lo superaba en cuerpo y alma y, sin reaccionar, continúo describiendo “su” momento: “Estoy frente al mar, contemplando su inmensidad, descubrí que es uno de los grandes placeres que te da la vida, y hay que aprovecharlo”.
La historia de René Oscar Ackermann puede ser parecida a muchas otras. Escapar de una ciudad grande como Bahía Blanca y elegir a Monte Hermoso como un destino final viene siendo una alternativa que suma cada vez más adeptos. Pero la de este cerrajero de 63 años cuenta con particularidades que van más allá de los límites de lo laboral y lo placentero.

“Hice el curso cuando cumplí los 37, mientras trabajaba 9 o 10 horas por día en la cerrajería que tenía en Las Heras y Soler, la que terminé cerrando después de casi dos décadas”, confesó quien también manejó una combi de transporte escolar, trabajó cinco años en el polo Petroquímico (en la empresa Monómeros Vinílicos), fue zapatero y repartidor de Terrabusi (en 1983).

“Soy un veterano de guerra aunque no haya estado en Malvinas. No combatí, pero participé. Mientras realizaba la colimba, como cocinero de la Compañía de Intendencia del batallón 181 de Bahía Blanca, fui designado al área de abastecimiento (comida y víveres) en San Antonio Oeste.
Hasta ahí llegaban los trenes que venían del norte de nuestro país, los soldados bajaban, se alimentaban y seguían por tierra su camino hacia las islas”, compartió con la tristeza de haber sido parte de una guerra innecesaria y que se pudo haber evitado.
—¿Seguimos?
—Nací en Punta Alta pero me crié en el campo, en Paso Mayor, un poblado minúsculo que se ubica atrás de Bajo Hondo. A los 11 años, con mi familia, nos mudamos a Bahía, al barrio Rucci (Villa Rosas). De chiquito la pelota siempre fue mi mejor amiga, jugué al fútbol en Comercial (menores), salí dos veces campeón en sexta división (1978 y 1979) pero no alcancé a debutar en Primera.
—¿Y en qué momento surgió la posibilidad de ir a vivir a Monte?
—Nos mudamos el 14 de agosto de 2023 junto a mi actual pareja (María Elena Hagg). Unos días antes, Federico, el hijo de ella, pasó por nuestra casa, y mientras cenábamos, “Mari” lo sorprendió con un “Nos vamos a quedar a vivir acá, en Monte”. Ni Fede ni yo lo podíamos creer, pero fue una de las mejores decisiones que tomé en mi vida. Acá hay paz y muy buena energía.
“En ese momento les confesé que era uno de mis sueños ser un montermoseño más, y eso que yo empecé a disfrutar de esta ciudad de grande, cuando ya tenía hijos (Daiana Bonaria, de 38 años; y Gastón René, de 35). Hoy disfrutamos de una vivienda propia (a 7 cuadras del centro y a otras tantas de la playa) y la única obligación que tenemos es salir a caminar por la arena todas las mañanas”.
“Vivo en la calle que separa Monte viejo del Monte del Este. A la noche escucho el zumbido del mar si hay una buena brisa; es increíble. Acá, fuera de temporada, salís con el auto, lo dejás abierto y no pasa nada. Nos conocemos todos”, amplió.
El “salvador” del verano
“Por lo general hago trabajos pequeños, por pedidos y, en su gran mayoría, de autos que se quedaron con la llave adentro”, aclara mientras repasa las direcciones de los dos edificios que tiene que ir a controlar.
“Debo ir a abrir puertas que permanecen cerradas desde el verano anterior; de esos laburitos, por suerte, hay muchos. Me muevo mucho por contactos, mensajes de WhatsApp o el boca a boca”, sugiere René.

“Más allá de todo lo que tengo, en temporada el mayor flujo de trabajo se da con los turistas, los que piden ´por favor´ que le hagan una llave o le arreglen una cerradura. Voy y vengo a cualquier hora del día, no me vuelvo loco ni quiero hacerme millonario; lo mío es un servicio y lo tomo como tal”.
—Ya está, de Monte no te vas nunca más.
—No, y te lo dije en una pregunta de más arriba. Acá me voy a quedar hasta que Dios me de salud. Hice el cambio de domicilio y soy un lugareño más. Estoy cómodo, me gusta la ciudad y charlo con todo el mundo. Los montehermoseños me caen bien y, si los tengo que defender por alguna causa o razón, ahí voy a estar.
A raíz de su afección cardíaca, está jubilado por invalidez.
“Me operaron por el enorme riesgo de vida que venía afrontando, y del que yo no me quería dar cuenta. Ingresé al hospital con el 100 % de una arteria directa al corazón tapada y otra funcionando solo con el 10 por ciento. Sobreviví de milagro, y porque el doctor Diego Schamun (hijo de Carlos, eminencia en cirugía cardiovascular, médico argentino, discípulo y amigo de René Favaloro) me intervino de urgencia”, recordó mientras intentaba hacer catarsis.
“En 2019 me extirparon el riñón derecho a causa de un tumor maligno, tengo doble hernia de disco y, lo que más me está preocupando, es la radioculopatía cervical (conocida comúnmente como ´nervio pinzado´, es una lesión o daño en las raíces nerviosas de la médula espinal, que causa síntomas como dolor, entumecimiento u hormigueo que se irradia hacia las extremidades). El desgaste de los huesos implica que las vértebras no cumplan su función adecuadamente”.
—¿Cómo reaccionás cada vez que volvés a Bahía por algún trámite?
—Apenas entro por la ruta 3 ya me quiero volver. El tránsito es insufrible y nada es como antes: ahora tardás para todo, ya no hacés los papeles y los trámites en una mañana o en una tarde. Lo que si te digo es que muchos bahienses están eligiendo ir a residir a Monte.
—En Monte, ¿te hiciste hincha de algún equipo?
—Los clientes que conservo desde hace años me quieren hacer de Atlético. Yo me río, incluso me invitan a ir a la cancha, pero no fui nunca, no me dan ganas de revolver épocas del pasado donde el arbitraje era un sacerdocio y ahora pasó a ser una profesión cada vez menos respetada.
—Bien, ¿a favor o en contra de la ley que prohíbe los gazebos en las zonas de playas más populares?
—Mirá, no es algo que me preocupe, pero sé que la gente que va con gazebo respeta los lugares; al menos yo siempre los vi en la arena seca, por detrás de la marea humana. Ahora, si dicen que por ahí tapan la visión de los guardavidas, ese es otro tema.
—¿Cuándo es más disfrutable Monte?
—En septiembre, octubre y noviembre, cuando llegan los días lindos y hay poco movimiento en la ciudad. Aunque no reniego de la temporada y del amontonamiento de la gente, mirá si me voy a quejar yo que es cuando más trabajo tengo, ja, ja.
Y sí, es lindo terminar con una sonrisa. Gracias René.








Cuanto me alegro hermanito querido, sabes que los amo con toda mi alma. Me encanto la nota, muchas gracias Sergio Peysse, René es un gran ser humano, simple, noble, honesto y con mucha empatía.