«Favaloro, entre Bahía Blanca y Jacinto Arauz». Sensaciones en vísperas del estreno del documental

Como diría Violeta Parra, doy gracias a la vida que me ha dado tanto.

Cronista y testigo de sucesos argentinos para todos los gustos y disgustos; trotamundos en coberturas callejeras, palacios y trincheras. Viajes con presidentes y junto a ellos en lugares infranqueables, habitados por hombres poderosos que deciden el destino del planeta.

Respiré profundo dentro del Salón Oval de la Casa Blanca donde Bush padre se abrazó con Menem; con él ingresé al Kremlin y conocí a Gorvachov; fui testigo en el Palacio del Pueblo de Pekín cuando Alfonsín extendió la mano al histórico líder chino Deng Xiaoping.

La profesión me llevó al interior del Palacio de La Zarzuela en  Madrid para recibir un reconocido premio al periodismo de manos del Rey Juan Carlos. Jugamos con fuego en la guerra de los Balcanes, muy cerca del infierno que fue Sarajevo. Allí, para el ciclo Edición Plus de Telefé entrevisté al carapintada argentino prófugo de la justicia que era influyente coronel del ejército croata; viajé a Sudáfrica a entrevistar a otro prófugo, un teniente coronel acusado de vender ilegalmente armas argentinas a países en guerra.

Más cerca, en San Bernardo, al borde del Atlántico, el reportaje a Gorriarán Merlo, el jefe guerrillero que llevaba 20 años en la clandestinidad.

Coberturas inolvidables, historias irrepetibles. Pero a este álbum de cronista todoterreno le  faltaba una figurita. Ni la más difícil ni la que no se consigue. Para nada; era la que durante años soñamos y se hizo realidad. Para hacerlo necesitábamos músculo, que no fueran  de  brazos y piernas, el músculo del corazón.

Lo encaramos como trabajo, pero lo que nos movía era mezcla de tributo y admiración por el médico que con un disparo desesperado aquella tarde de domingo de julio del 2000 también a nosotros nos atravesó el corazón.

Estamos a horas del estreno, será este martes a las 19,30, en el auditorio de la Biblioteca Rivadavia en la Avenida Colón 31 de Bahía Blanca.

Fueron casi diez meses de emociones, de búsqueda de información, de filmaciones en Arauz y en Bahía, y a medida que avanzábamos aparecían datos reveladores, muchos más de lo que al comienzo imaginamos.

De tanto ver y leer sobre su vida, me quedan dos cosas grabadas que  suscribo al pie de la letra: la emoción a flor de piel que expresaba con lágrimas y la fascinación por los atardeceres. Por eso aquí va un anticipo del documental, casi en la despedida, donde se refiere al placer que le producía la diaria despedida del sol en el horizonte. Placer por «esas pequeñas cosas», palabra de Favaloro.

https://www.facebook.com/nestor.machiavelli.7/videos/3593791750898532

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