Inmigrantes digitales. Retroceder nunca, rendirse jamás

Familia con dispositivos electrónicos

Si hay algo que no deparará ninguna duda es la certeza de que somos inmigrantes digitales, ya que el calendario que delata nuestro nacimiento en el siglo pasado así lo indica.

Sin embargo, más allá de ser esta una situación innegable, bien puede considerarse a esta generación como un grupo de personas a las que les ha tocado atravesar casi los mayores desafíos tecnológicos, considerando que casi todos se han dado simultáneamente.

Hemos nacido tal vez sin televisor en el hogar debido a que el aparato era bastante costoso y que muchas generaciones crecieron felices al amparo de la radio. Luego conocimos la televisión que supo meterse en los hogares y de ahí en adelante los avances audiovisuales fueron sostenidos e impactantes.

De aquellas primeras emisiones televisivas de unas pocas horas, en blanco y negro, a la televisión digital de hoy que nos permite ver canales de todo el mundo en forma simultánea. Lo mismo pasó con la fotografía. Recuerdo de pequeña que las fotos solo eran para momentos importantes: un cumpleaños, una boda, un título universitario; hoy tenemos las mejores selfies con cuatro cámaras al alcance de nuestra mano (y esto no es una metáfora).

Así, esta generación de inmigrantes digitales, fue aprendiendo poco a poco a manejar distintas propuestas. Sobre las últimas décadas del siglo pasado, lo más avanzado en cuanto a tecnologías educativas eran una máquina de escribir, un proyector de filminas para algunas clases y quizás el inminente uso de fotocopias. Hoy, la cultura digital está presente en todas nuestras clases, teniendo en cuenta también que la pandemia que atravesamos nos hizo entender la posibilidad de sacar ventajas educativas con el uso de recursos tecnológicos y no quedar sin trayectoria educativa todo el tiempo, que fueron casi dos años.

Lo cierto es que hoy no concebimos una clase sin el uso de classroom, de un power point o un video (corto o largo), fragmentos de films, resolución y devolución vía email o campus educativos; todos nos hemos familiarizado con estos recursos y hasta casi podríamos decir que no queremos volver a los antiguos lápiz y papel.

¿Qué nos pasó como sociedad? Para no caer en una definición simplista y mezquina que indique que los tiempos nos obligaron a amigarnos con la tecnología, bien podríamos repasar lo vivido y nos daríamos cuenta no solo de las ventajas del mundo analógico sino también de cuánto más fácil se nos hace la vida.

Hoy no necesitamos ser expertos, pero básicamente la gran mayoría de nosotros podemos capturar imágenes fácilmente, editarlas y publicarlas en nuestra red social. Podemos utilizar recursos para una presentación –aunque sea sencilla– a nivel educativo. Podemos filmar mientras cantamos el “feliz cumple” y atesorar esos afectuosos momentos, cuando hace quizás dos décadas era difícil pensar en tener una cámara en el hogar (una VHS) para atesorar el nacimiento y crecimientos de los bebés de la familia. Al presente, estos momentos los tenemos desde que llegan al mundo.

¡Y ni hablar de Internet! Hoy es el eje sobre el cual giran muchas familias, muchos grupos de amigos, muchas parejas. Sin ánimo de cuestionar la validez de esta red vincular, también es importante reconocerle la utilidad laboral y su aporte en el aspecto educativo.

La web nos permite pensar en un mundo más ágil, con menos papel, con menos anotaciones y archivos innecesarios, con gente dinámica y proactiva que no pierde tiempo en anotaciones innecesarias porque se dio cuenta que prefiere perderlo en casa, en el sillón, con un buen mate en una mano y conectado a sus redes sociales con la otra.

Así que nosotros, los inmigrantes digitales, les recordamos a nuestros nativos digitales que no nos rendiremos jamás. Que si pudimos aprender a usar una computadora, un teléfono celular, un Smart tv, un sistema de alarma, un gps, una plataforma de películas, el homebanking, la cuenta dni y hasta el lavarropas automático, estamos ansiosos esperando los nuevos desafíos.

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