Inviernos como los de antes

Inviernos como los de antes

Cuando yo era una niña (allá lejos y hace tiempo) íbamos a la escuela caminando. Los inviernos realmente eran crudos. Tapados hasta las orejas, con gorrito de lana y guantes tejidos por las abuelas, transitábamos las calles de tierra patinosas por el hielo.

Todos los días de invierno eran así. A la hora de los recreos, el patio de la escuela estaba cubierto de hielo. La mayor parte del patio era de tierra, así que los juegos se limitaban a correr poco, por el riesgo de caernos. Recién en el último recreo (el de las 11) se podía disfrutar. Podíamos correr y saltar.

Los actos eran en los patios externos. Las nenas con pollerita y medias tres cuarto. No se podía tener abrigo, así que la respiración era un humito que nos entretenía intentando olvidar el frío, o deseando que el acto terminara pronto.

PUBLICIDAD

Pasado el tiempo los fríos se fueron atemperando. Las heladas fueron menos intensas y luego menos frecuentes. Nos fuimos desacostumbrando del frío, además de que los patios se llenaron de cemento y las aulas estuvieron muy bien calefaccionadas. Todos los pasillos y salones, comedores, salas de música y lugares de práctica de deporte, tuvieron calefacción.

Nos hicimos menos resistentes al frío. Ya los cachetes no se nos ponían colorados, ni las narices chorreaban agüita. No había excusas para faltar y todos íbamos felices a la escuela, caminando.

Recuerdo que caminábamos y la cara se volvía helada. Cuando llegábamos a la escuela, todos estábamos rojos y helados.

PUBLICIDAD

Estos últimos días recordamos esa infancia. Un frío atípico, como los de antes dirían las abuelas. Pero pronto pasa… aunque ahora vayamos a la escuela en auto, colectivo o transporte escolar.

Salir de la versión móvil