¿La educación está en nuestras manos?

¿La educación está en nuestras manos?

Desde hace unas semanas el problema de la falta de continuidad educativa se ha instalado en la voz de los padres. Estos han salido a visibilizar sus preocupaciones que surgen, en primera instancia, de la carencia de clases formales debido a los paros y a las inasistencias de los docentes.

Esta problemática se ha instalado a partir de reclamos a viva voz de los padres de distintas comunidades educativas y Monte Hermoso no ha sido la excepción.

Un grupo de padres de la ciudad se movilizaron en la plaza Papa Francisco reclamando continuidad, redactaron un petitorio que llevaron al Consejo Escolar, donde fueron recibidos por el presidente, profesor Hugo Echevarría, con la presencia de todos los consejeros escolares y decidieron una reunión de padres, directivos, consejeros escolares y el inspector distrital profesor Julio Bello.

Las deliberaciones fueron intensas, los problemas se plantearon y los padres reforzaron una y otra vez el reclamo destacando que no están en contra de los derechos laborales al paro por reclamos salariales, pero destacando que los niños y niñas son los perjudicados directos al momento de la suspensión continua de clases, que se refleja en forma inmediata en la falta de continuidad pedagógica y en la pérdida del entusiasmo y compromiso de parte de los alumnos.

El tema es complejo, ya que se evalúan algunas variables con poca posibilidad de resolución, en lo que se refiere al accionar formal de parte de las autoridades, ya sean de parte de Consejo Escolar, como de la Secretaría de Inspección.

Por un lado, los trabajadores (auxiliares y docentes) tienen derecho al paro, ya que es un recurso legal de manifestación ante las problemáticas que estos consideren y a las inasistencias enmarcadas en el régimen de licencias, ante lo cual no se puede hacer demasiado. Cuando estos trabajadores de la educación se adhieren a una jornada de protesta, poco se puede hacer.

Esto conlleva la suspensión de clases, ya que las escuelas no reúnen las condiciones para el dictado de clases (por profilaxis en el caso de paros de auxiliares) o porque no hay docentes que dicten las clases. Las autoridades remarcaron que no se puede hacer mucho ante esta situación.

Por otro lado está el reclamo de los padres que enarbolan justamente el derecho a la educación de sus hijos que el estado debe garantizar. Muchos se manifiestan no solo preocupados sino también indignados por esta situación. Y esto no tiene que ver solo con la problemática familiar que acarrea, sino también porque los contenidos no se desarrollan con la continuidad necesaria para que el aprendizaje se produzca.

Si bien es cierto que la educación comienza por casa, ningún padre reniega de esto, pero la formalidad de la enseñanza obligatoria en las escuelas públicas no está garantizada en estos casos. Los padres reclaman la responsabilidad de la escuela ante esta problemática, la toma de medidas contundentes que limiten la suspensión y que se garantice el proceso de aprendizaje; además de la preocupación por la pérdida del entusiasmo, por el desánimo que se va instalando y por la falta de valoración de la importancia de la escuela.

Un reclamo que es más que válido, que nadie cuestiona pero que nadie soluciona.

Desde la Ley 1.420 que impuso la educación obligatoria en sus inicios en el nivel primario, en el transcurso de más de un siglo hemos llegado a una trayectoria de cumplimiento obligatorio desde el nivel inicial hasta la finalización del nivel secundario. Y en esa trayectoria los y las estudiantes no solo crecen sino que con ese crecimiento aprenden. Y esos conocimientos básicos, importantísimos, son los que no solo los forman para la vida, para el ingreso al mundo real del trabajo, sino también que los debe preparar para el cursado de estudios de nivel superior en el caso de aquellos que deseen atravesarlos.

El papel del estado es primordial en esta cuestión, ya que es el único responsable de garantizar este derecho y esta obligación. Por eso es que los reclamos de los padres se puntualizan en las autoridades educativas.

Entre una cosa y la otra están los y las niñas, jóvenes y adolescentes que resultan la moneda de cambio de estos reclamos, se convierten en rehenes de estos vaivenes y terminan siendo los reales perjudicados ante las inasistencias y la pérdida de la continuidad educativa.

El planteo que realizan los padres visibiliza esta situación y la enmarca en un contexto en el que parece que esto a nadie le importara. Parece que ellos fueran los únicos y reales preocupados por esta situación, ya que no pueden percibir acciones formales para cambiar esta situación.

Un reclamo más que justo, en estos tiempos que hemos tenido que atravesar una pandemia que nos puso a la herramienta tecnológica como alternativa, pero que produjo un gran daño de orden emocional y vincular que en muchos casos aún persiste.

Valorar la educación desde sus orígenes, no solo desde la formación para, es lo que moviliza este reclamo. Pensar y sentir a la educación como un valor real e impostergable en la vida de sus hijos. Un derecho reclamado a viva voz, que aún no encontró respuesta. Y en medio de todo esto, los y las estudiantes sin hacer lo que deben hacer en esta etapa, que es ir a la escuela y aprender.

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