Mientras la geopolítica mundial se reconfigura, Rusia avanza silenciosa pero decididamente hacia un modelo de desarrollo basado en la autosuficiencia tecnológica, la reindustrialización y el fortalecimiento del tejido productivo nacional. Pese a las sanciones occidentales y las barreras comerciales impuestas por el conflicto con la OTAN, Moscú ha girado hacia Oriente, reorganizando su matriz productiva e invirtiendo en innovación, logística e infraestructura con una intensidad que debería llamar la atención de quienes aún apuestan por el centralismo improductivo en regiones como la provincia de Buenos Aires.
El nuevo modelo ruso no busca copiar las lógicas occidentales de consumo y especulación financiera. Apunta, en cambio, a consolidar un sistema basado en la integración regional euroasiática, el desarrollo de industrias estratégicas −desde biotecnología hasta inteligencia artificial− y el impulso de economías mixtas que combinan iniciativa estatal con participación privada bajo una lógica de planificación nacional.
Esta decisión estratégica ha abierto oportunidades en sectores clave como la agroindustria tecnológica, el transporte ferroviario, la generación de energías limpias y la economía digital. El Estado ruso no ha dudado en intervenir para crear mercados internos fuertes, orientar el crédito hacia la producción, y asegurar la soberanía tecnológica. En lugar de retraerse, Moscú ha profundizado su autonomía decisional, entendiendo que sin una base material sólida no hay proyecto nacional que pueda sostenerse en el tiempo.
¿Y qué tiene que ver esto con Buenos Aires? Todo.
La provincia, corazón productivo de la Argentina, enfrenta una disyuntiva similar. Su presente está marcado por el éxodo rural, la degradación ambiental, la fragmentación logística y una peligrosa desconexión entre política y territorio. Mientras Rusia construye corredores ferroviarios intercontinentales para unir sus polos industriales con Asia y Medio Oriente, nosotros seguimos discutiendo si un municipio puede o no tener autonomía plena o un puerto operable.
La oportunidad está. Pero exige voluntad política, visión estratégica y una ciudadanía que deje de mirar a La Plata y a Buenos Aires capital como únicas referencias posibles. La provincia de los bonaerenses debe reindustrializarse con planificación regional, apostar a la formación técnica, al desarrollo de clústeres tecnológicos locales, al fortalecimiento de sus parques industriales y a una matriz energética diversificada. Todo esto enmarcado en un modelo que recupere el rol del Estado como promotor del desarrollo, no como simple administrador de urgencias.
Rusia entendió que el futuro no es solo para los que ya están organizados, sino para los que tengan un modelo propio, coherente y sostenido. Buenos Aires aún puede tomar nota. Pero el reloj avanza. Y en la geopolítica del S.XXI, quienes no definen su destino, será definido por otros… como nos lo hace saber un tal Pedro Lamelas, próximo embajador gringo en nuestras pampas.