La salud del presidente, los dilemas del virus y de la vacuna, y los problemas cruciales del país

Alberto Fernández

La noticia del contagio de Covid del presidente Alberto Fernández abrió temas para el debate.

La sorpresa inicial radicó en el hecho de que había recibido las dos dosis de la vacuna. Ahora se sabe que está transcurriendo la enfermedad sin mayores complicaciones, justamente porque estaba vacunado.

Claro que más allá de la importancia de poder recibir la vacuna hay factores para considerar, como el que no da inmunidad absoluta a la enfermedad sino que no evita el contagio ni el riesgo de contagiar a otros. Claro que la vacuna suaviza los síntomas.

Pero surge el tema sobre cuánto tiempo estamos «medio protegidos» el mínimo porcentaje de argentinos que nos vacunamos hasta ahora. El virus sigue planteando más preguntas que ofreciendo respuestas.

Lo cierto, en definitiva, es que al día de hoy, luego de un año de distintas etapas atravesadas, lo más seguro es que cada uno nos cuidemos a nosotros mismos como medio de cuidarnos entre todos: continuar con la distancia social, usar el barbijo si o si y acatar el resto de los protocolos de prevención.

Problemas cruciales

Más allá de la salud del presidente y de los dilemas que plantea la pandemia, preocupan otros temas que afectan directamente a la población en general.

Los índices de pobreza (en constante ascenso), el número de niños pobres, la economía que no arranca y la constante suba de precios de los alimentos, con un incipiente desabastecimiento, se sienten cada día que pasa. La economía general no avanza.

Escuchamos el anuncio de obras con gran inversión monetaria, absolutamente necesarias seguramente, pero no vemos reflejado en la cotidianeidad del ciudadano posibilidades de mejora y de bienestar.

El país sigue viéndose dividido entre los que tienen y pueden y los que compran las ofertas de los grandes supermercados. Hay una Argentina pobre y desesperanzada.

El centro de la preocupación está en las pocas oportunidades que tiene un grueso número de la sociedad, no solo de salir de la pobreza, sino de sentir que tiene las mismas oportunidades que el otro para poder mejorar.

Lo que no se ve

La educación remarcó la grieta. Porque antes podíamos asistir en forma individual y familiar a aquellos niños y jóvenes que necesitaban una contención, un apoyo, un estímulo. Lo podíamos hacer porque lo veíamos día a día en las escuelas.

Pero el aislamiento del año pasado dejó traslucir la soledad que tuvieron esas familias y la invisibilización de las carencias en situaciones de aislamiento. Muchos no cursaron el año de clases virtuales. Y quizás nos resulte difícil entender que los chicos no se hayan conectado con sus seños y profes; porque nos resulta difícil entender que no todos tienen un celular en condiciones para cumplir esta labor y porque la conexión no es gratis. También hay que pagarla.

Los resultados de esto están a la vista: miles de niños que hoy son analfabetos y otros que no saben dónde están parados pedagógicamente. Y estos son los temas que de seguro también preocuparán al presidente.

Un presidente que se debate en las olas del poder, cuestionado por unos y otros, observado con expectativa por parte del ciudadano común, que cuando debe tomar las decisiones está solo. Qué más allá de la cruel metáfora de que lo manejan otros, transcurre su segundo año de poder con un país que no adelanta y una porción de la sociedad que todavía le cree.

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