Lesa humanidad. El testimonio de una montermoseña por la desaparición de su padre

“El estado de ‘desaparición’ es algo cruel por donde se lo mire”, le dijo Sabrina Garbiero a este medio tras su declaración en la mega causa que juzga los delitos de la última dictadura en la zona

Sabrina Garbiero y su padre Roberto Juan Garbiero

Sabrina Garbiero brindó declaración recientemente ante el Tribunal Oral Federal (TOF) de Bahía Blanca en el marco del juicio por delitos de lesa humanidad de la mega causa Zona V que investiga lo ocurrido en nuestra región durante los oscuros años de la última dictadura que padeció nuestro país.

Es hija de Roberto Juan Garbiero, quien se desempeñaba como ayudante del Departamento de Física de la bahiense Universidad Nacional del Sur, secuestrado en 1976 sin que se conozca su paradero hasta la actualidad.

“El estado de ‘desaparición’ es algo cruel por donde se lo mire porque deja vacío de respuestas a todos los allegados e impide hacer el duelo y todo lo que conlleva”, le contó a Noticias Monte Hermoso.

“Enfrentar un proceso de declaración ante la justicia nunca es fácil pero tampoco lo es el convivir aun hoy, después de más de 46 largos años, con una situación no resuelta”, explica tras el testimonio que brindó ante el tribunal que integran los jueces Ernesto Sebastián, Sebastián Luis Foglia y Marcos Aguerrido.

La última vez que vieron a su padre fue el 19 de agosto de 1976 en Bahía Blanca en una vivienda de la calle 19 de mayo al 500. Ella tenía siete años, por lo que su relato es una construcción de lo que le contaron su madre, el resto de la familia, amigos y vecinos.

Ante el tribunal contó: “Lo que supimos es que esa mañana muy temprano como todos los días salía de mi casa y fue interceptado por gente que después los vecinos identificaron como gente con característica propia, como un Falcon verde, con vestimentas de grupos militares».

Nos dice ahora: “Uno de los peores sentimientos que se te cruzan, pensemos que yo lo empecé a padecer esto junto con mi hermano  cuando éramos chicos (como todos los hijos), entonces los sentimientos y las representaciones son muy especiales dada la edad. Lo más difícil de sobrellevar es el deseo de que esté vivo y tenés la esperanza de que en algún momento te lo vas a encontrar en una esquina (¡lo buscas siempre!) y por otro, bien en paralelo, desear también que el fin haya llegado lo más rápido posible considerando las barbaridades tortuosas por la que sabemos los hacían pasar; para que haya sufrido lo menos posible. Es difícil compatibilizar esos dos sentimientos”.

Sabrina se compadece del padecimiento de sus abuelos, “que recorrieron cada organismo que hubiese disponible, sin una sola respuesta hasta su partida de este mundo”. Y de su madre (fallecida hace poco), “que debía seguir buscando pero a su vez tenía que contener y proteger dos hijos muy chicos. No fue fácil para nadie”.

Poco después del hecho, su madre y su hermano se fueron a un campo de la familia, cercano a Coronel Dorrego, y allí definieron radicarse en Monte Hermoso. Ella se quedó en Bahía Blanca con sus tíos hasta terminar la escuela primaria.

Sabrina integra el grupo de familiares de desaparecidos de nuestra ciudad, cuyos integrantes son autores del libro “Blanco sobre negro”, que aborda sus experiencias, y fueron impulsores de la Plaza de la Memoria.

“Obviamente, con el paso del tiempo fui perdiendo la esperanza de que la justicia me dé la respuesta que quiero: ¿dónde está? ¿qué le pasó? sinceramente no creo que eso suceda. Tengo puesta la esperanza en el trabajo del equipo de antropología forense porque esa labor no depende necesariamente de que haya alguien que abra un archivo o que diga lo que hicieron, sino que con algunos indicios excavan y excavan y por allí puedan encontrar los restos de cada uno de los desaparecidos”, le cuenta a este medio.

Para eso, los familiares dieron muestras de sangre que, llegado el momento, se “usarán para detectar compatibilidades e identificar a las victimas devolviéndolas a sus familias y darles la despedida que todos merecemos”.

Se ocupa de aclarar que no cree, “para nada, que sean en vano los juicios. La función de los juicios y nuestro compromiso a participar con nuestra declaración es para sumar a lo colectivo de la causa, para que se mantenga viva la llama en la sociedad y demuestre que esto no se terminó, lamentablemente, que sigue habiendo efectos sobre los que aún estamos vivos y que debe hacernos fuertes para no repetir la historia”.

 

Producción periodística, Mónica Carmelino

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