A partir de los 70 años, cuidar la calidad de vida se vuelve esencial para mantener el cerebro en movimiento: lúcido, activo y con plenas capacidades cognitivas.
Con el paso del tiempo, numerosas capacidades comienzan a disminuir, entre ellas la memoria. Esto se debe a que el cerebro tiende a encogerse lentamente, provocando en muchos casos dificultades para recordar. Sin embargo, diversos estudios demuestran que ciertas funciones cognitivas pueden mantenerse si se las ejercita adecuadamente.
Investigaciones realizadas en la Universidad de Northwestern (Estados Unidos) y publicadas en The Journal of Neuroscience revelaron que las neuronas ubicadas en la corteza entorrinal —clave en los procesos de memoria— son considerablemente más grandes en personas mayores. Este hallazgo podría ser determinante para la prevención de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.
El Dr. Lisandro Olmos, director del posgrado de Rehabilitación Neurológica de la Fundación Barceló, explicó que los investigadores asociaron el número de neuronas en la corteza entorrinal y en el hipocampo con el tamaño de dichas estructuras respecto a las de personas jóvenes. “Observaron que algunos adultos mayores presentan un aumento en la cantidad de neuronas en áreas cerebrales muy sensibles, que influyen directamente en los mecanismos de la memoria”, señaló.
Además, estos estudios refuerzan la idea de que identificar factores protectores —como el estilo de vida, la genética o la capacidad de resiliencia frente a los cambios del envejecimiento— puede contribuir a prevenir la demencia. De hecho, quienes han atravesado situaciones extremas como la pobreza, la pérdida temprana de familiares o incluso la supervivencia en campos de concentración, desarrollan en muchos casos una mayor agudeza mental y memoria.
Más allá de estas particularidades, existen otros factores fundamentales para alcanzar plenitud en la tercera edad. Mantener una vida activa, una dieta equilibrada y un buen control de la salud —incluyendo patologías cardíacas, hipertensión, obesidad, diabetes o tabaquismo— es esencial. También lo es la interacción social, que favorece las capacidades intelectuales y emocionales a largo plazo.
Estilos de vida que favorecen el desarrollo cognitivo y una vida plena en adultos mayores
Mantenerse activos físicamente.
El ejercicio es una de las mejores decisiones que se pueden tomar con el paso de los años. La actividad física aumenta la oxigenación, mejora el funcionamiento del organismo, fortalece el corazón y reduce el riesgo de caídas. Además, ayuda a mantener un peso saludable: las personas con un índice de masa corporal superior a 30 tienen el triple de riesgo de desarrollar Alzheimer. Incluso con solo dos sesiones semanales de ejercicio ya se reducen las probabilidades de padecer deterioro cognitivo.
Desafiar al cerebro.
La actividad mental es tan importante como la física. Resolver crucigramas o sudokus, leer con frecuencia o realizar cursos que saquen de la rutina estimulan el cerebro y lo mantienen en constante aprendizaje.
Mantener relaciones sociales.
Existen neuronas llamadas Von Economo, que cumplen un rol clave en el procesamiento social y la autoconciencia. No se trata únicamente de tener una red de amistades, sino de sostener una vida social activa: visitar familiares y amigos, participar en organizaciones comunitarias, asistir a eventos o colaborar como voluntario. La baja participación social en edades avanzadas, en cambio, se asocia con un mayor riesgo de demencia.
Disfrutar de la vida.
El equilibrio también forma parte de la salud. Según algunas investigaciones, quienes consumen alcohol de forma moderada tienen un 23% menos de probabilidades de desarrollar Alzheimer o problemas de memoria que los abstemios. La clave está en la moderación, ya que el exceso tiene el efecto opuesto y constituye un factor de riesgo.
No existe una receta mágica, pero sí una certeza: llevar una vida saludable fortalece las capacidades cognitivas y brinda la oportunidad de vivir plenamente.
Con el descenso de las tasas de natalidad, las personas mayores de 65 años representan una proporción cada vez más importante de la población, tanto en Argentina como en el mundo. Este cambio también interpela al ámbito laboral, que deberá adaptarse para aprovechar la experiencia y capacidad de estos adultos jóvenes y activos.
Por eso, más que reprimir los reclamos de jubilados que exigen ingresos dignos y autonomía, las políticas públicas deberían orientarse a garantizar bienestar, salud y oportunidades reales de participación. Incluso en el campo laboral, si así lo desean.







