Prendió el primer cigarrillo, me invitó a sentarme y cuando vio que apoyé la agenda y el teléfono celular en la mesa, preguntó: “¿Vas a anotar o a grabar?”.
Enseguida me di cuenta de que estaba frente a un hombre sensato y observador, que no se la cree pese a que los clubes de fanáticos o “seguidores”, como los suele denominar él, siguen creciendo en “masa” a su alrededor.
“Soy muy simple y espero que lo puedas comprobar”, fue la reflexión inicial de Ignacio Boyo, cantante bahiense, líder de la banda de rock Luceros El Ojo Daltónico, que el sábado 20 cerrará la segunda noche de la 31° edición de la Fiesta Nacional de la Primavera, que tendrá lugar en la Plaza Parque General San Martín.
Mientras “calentaba” su garganta, esta vez para contestar preguntas sin esforzar la voz, sus pupilas se llenaron de brillo y color: “Hicimos un montón de giras nacionales, estamos a punto de salir del país con algún show muy particular, pero tocar en Monte tiene un gustito especial, subirte a ese escenario con tanta historia te genera una adrenalina difícil de explicar; y menos que menos en una nota como la que ya empezamos a realizar. Va a ser difícil ocultar la emoción, porque es tu lugar, nuestro lugar; es el desafío para que todo salga bien. Creo que me entendés…”, graficó ‘Nacho’, voz y alma de Luceros, creada el 14 de noviembre de 2002.
“Ese día hicimos el primer ensayo, y el debut oficial fue el 26 de enero, ¿sabés dónde?, en la rambla de Monte Hermoso, en pleno centro, en el sector donde antes estaban los baños públicos”, resaltó este bahiense de 41 años, guitarrista, compositor y en pareja con Iara Klimek, ex jugadora de hockey de Atlético Monte Hermoso y Villa Mitre.
“Ese fue nuestro primer recital en vivo, fue como tocar en el patio de nuestra escuela primaria, donde querés estar siempre, porque no te imaginás un show en el Movistar Arena o en la cancha de River. Monte es eso, sentido de pertenencia, ir todo el año, porque para la gran mayoría de los integrantes de la banda el ‘caribe’ montermoseño es el lugar elegido para descansar y vacacionar”, arremete con halagos de amor sincero y pasional.
“Como los de Bahía y la región eligen a Monte para veranear, para nosotros es seguir cumpliendo con esa fantasía que traemos de chiquitos, que es tocar en el anfiteatro de la Fiesta de la Primavera, por donde pasaron (y que yo pude disfrutar) Los Fabulosos Cadillacs, Los Caballeros de la Quema, Los Pericos, Las Pelotas, Sumo, Los Piojos y algún grupo más que por ahora no me viene a la memoria”, manifestó mientras trataba de recordar una fecha que no quería pasar por alto.
“En la Fiesta de 2018 tocamos junto a Guasones, banda amiga, aunque ellos actuaron el sábado y nosotros el viernes, en la apertura. Nos fue re contra bien, hubo alrededor de 10.000 personas”, rememoró.
—Es decir, ¿vuelven a ese escenario después de siete años?
—Claro, porque en Monte hicimos algunos repertorios en paradores y en la playa, siempre en verano, pero no hay nada más movilizante que tocar en el escenario mágico de la Fiesta de la Primavera, uno de los eventos de mayor trascendencia y popularidad de la provincia de Buenos Aires. El auge, para cualquier banda de rock, es tocar en la primavera montermoseña.
“Cuando me tiraron la propuesta no dudé, y fue una aceptación masiva de la banda, incluso del guitarrista que vive en Mendoza, que se va a tomar un avión para llegar el día anterior”, acotó sin pausas.
—Vos, ¿qué podés decir de Monte Hermoso como ciudad turística?
—Me encanta, tengo casa y voy todos los fines de semana del año que puedo. Es más, voy a ir tres días antes de la presentación en la Fiesta, me encanta caminar por la playa, recorrer la peatonal y dar la vuelta al perro por la noche, esté fresco o no. Ni más ni menos de lo que hacía en mi época de estudiante.
—¿Te dedicás solo a la música?
—Casi todo el tiempo. Tengo otro trabajo (en una librería), pero mi profesión es cantar, hacer música y componer. En la banda soy el encargado de la pluma, de confeccionar las letras, aunque no me eligieron por ser un experto en la materia, lo empecé a hacer porque nunca hubo alguien que se tome el compromiso de llevar adelante ese laburo.
“Luceros, desde el inicio, siempre fue una banda con ideas propias. Los acordes musicales y los arreglos los hacemos entre todos, aunque por ahí tienen mayor injerencia los guitarristas y el batero. En mi caso, soy el oído musical menos instruido, lo reconozco y no me meto porque aprendí que si al lado tuyo hay alguien que sabe más que vos en algo, le tenés que facilitar el camino y las herramientas para que haga lo mejor en beneficio de todos”, remarcó mientras marchaba la segunda tanda de capuchinos y bajaba el volumen del televisor que, desde la otra punta del living del departamento, se colaba en la grabación.
—Hoy, 22 años después, ¿qué es y qué representa Luceros?
—Es una banda que siempre respetó una coherencia artística. No sé si eso es bueno o malo, pero iniciamos el proyecto con una idea, la manifestamos y la hacemos correr sin desviarnos del estilo y del objetivo más allá de que existen “tentaciones” o modas que te acosan todo el tiempo. A veces te dicen: “Che, mirá, andá por este lado, cambiá, esta música pega más…”. Pero no, somos una banda clásica, con un eje y un mismo horizonte, y creo que eso fue clave para que hoy sigamos siendo lo que siempre quisimos ser.
“Después, con respecto a lo que representamos para el fenómeno social, conseguimos una mística muy particular y que la gente crea en nuestras canciones. Los que nos escuchan sienten las letras y emocionalmente, de alguna manera, se conectan con nosotros cuando actuamos en vivo”.
—Luceros nació en Bahía, ¿y es profeta en su tierra?
—Es difícil que una banda local se sienta representada por su gente, pero nosotros lo conseguimos. Luceros, a toda furia, convoca a 3.000 personas, muchísimo para una ciudad de casi 400.000 habitantes. No es que tengamos la vaca atada ni mucho menos, pero somos una banda respetada por los colegas y con un montón de seguidores en las distintas organizaciones y redes sociales.
“Todo lo que conseguimos fue en base a esfuerzo por aprender, por haber sido solidarios con nuestros compañeros, por haberle dado trabajo a mucha gente, que en su momento estuvo de paso pero que todavía hoy seguimos invitando a los viajes o a determinados recitales con el fin de que ellos puedan continuar puliendo sus oficios. Porque tené en cuenta que detrás de escena existen los afiladores de guitarras, los operadores de PEA y monitores, los iluminadores, los decoradores…”
—Clarito. ¿Cuántos son por show, arriba y abajo del escenario?
—Depende del evento, del viaje y de la importancia, aunque en general siempre somos más de 10. A Monte, por ejemplo, vamos con el “circo armado” y unos 14 integrantes. Casi toda la “troupe”.
—¿Qué tipo de rock enamoró a los fans de Luceros?
—Es difícil explicar lo que le generás al que escucha. En mi caso, me siento muchas horas por día para escribir las mejores letras y las más acordes melodías, pero no lo hago para representar el sentimiento o la empatía de alguien, redacto y guardo lo que me sale, lo que me termina cayendo bien. Tampoco voy con la onda de creerse el Messi de la música, no le vas a cambiar la vida a nadie más allá de que una canción pueda generar una revolución de sentimientos en el corazón y en el alma de una persona.
“No puedo saber lo que hicimos para que se formen grupos de fans o seguidores con tanta identidad y entusiasmo. Soy seco, me río poco y no me vendo, por ahí lo pensás y es la imagen que ven otros de mí, pero es una forma de plantar una posición, porque no inventamos nada, solo somos una banda de rock”.
—Está bien, pero en algo se deben diferenciar con los que hacen la misma música que ustedes, ¿o no?
—Puede ser. En el rock nacional, el que cantan en nuestro país, te pueden hacer referencia al Obelisco y a los bosques de Palermo; nosotros le cantamos al Parque de Mayo y a la playa de Monte. Nacimos en un lugar donde hace frío en octubre, a la noche, y ese es un paisaje que solemos plasmar en nuestras letras porque entendemos que muchos se van a sentir identificados con ese mensaje.
“Ahora, vos me preguntás: ¿cómo hicieron para que los seguidores hagan una previa o se junten en una plaza antes de ir a nuestro recital? Ni la más mínima idea. Y no me quiero meter en esa, prefiero mantener una distancia para no terminar siendo demagogo, pisar el palito y decir: ‘Esto gusta y está pegando, es por ahí’. Aunque no lo creas, no es nuestra manera de ver la realidad, en nuestro pequeño nicho somos bastante intransigentes en un montón de detalles, costumbres y quehaceres que marcan la idiosincrasia de la banda”.
Mientras a mi WhatsApp llegaban algunas fotos enviadas por Natalia Lamoth, manager de ruta de la banda, Ignacio sacaba la cuenta, mentalmente, sobre los temas editados y registrados de Luceros El Ojo Daltónico.
“Hay entre 70 y 75 canciones que son parte de nuestra historia, más tres discos oficiales (Artificios, lanzado en 2010; El Disco Maldito, de 2015 y A lo Bonzo, el último de 2022) y dos demos: Tangozepam (2004) y Siete Farsas Breves (2005). Ahora se viene un LP nuevo, pero no sé cómo se va a llamar”, avisó este futbolero de ley, hincha de Boca y de Pacífico de Bahía.
¿El de la bandera a cuadros?
Antes de seguir, el “dueño” del micrófono principal de Luceros enumeró a los otros integrantes de la banda: Sebastián “Ruso” Lamoth (batería), Juan Arcuri (bajo), Dandy Gallardo y Rodrigo Glaria (guitarras) y Charly Dawson (acústica y coro).
—¿Es la banda original?
—No, considero que la base sólida de Luceros empezó a tomar envión hace 10 o 11 años, es decir en la mitad de la vida de la banda. Desde ahí en adelante no hubo más cambios ni renuncias. El grupo primitivo, el de 2003-2004, quedó ahí, fue importante, creció, pero la historia real y significativa se empezó a gestar en 2009. Esta formación empezó a trabajar fuerte, fue la que compró instrumentos, comenzó a viajar, la que puso dinero y también el pecho a las situaciones adversas, que fueron muchas a lo largo de la carrera.
“De hecho, esta agrupación es la que mejor suena, la que más alegría nos trajo, la que más sentido de pertenencia tiene. Nos comimos discos, contratos, aguantamos en pandemia, tuvimos fallas y problemas de todo tipo, pero jamás bajamos los brazos porque siempre pensamos ‘lo mejor está por venir’. Otros integrantes fueron necesarios, por supuesto, aportaron lo suyo, aunque siempre digo lo mismo: existe una decantación lógica entre el que pretende ser músico y el que quiere pelotudear un rato en un par de noches”.
—¿Cómo surgió el nombre?
—No nos acordamos con lujo de detalles, porque todo arranca en una noche en la que nos pasamos de copas con mi amigo Mauricio Genchi, quien fue bajista en la primera formación de la banda. Me acuerdo que habíamos tomado fernet y algunas latas de cerveza, y cuando nos fuimos a dormir, en la casa de mis viejos, arriba de la mesa había una hoja de carpeta que tenía la inscripción —en birome y así nomás— “Luceros”. Fue una señal, nos gustó y quedó, más allá de que al otro día, al levantarnos, no habíamos retenido nada de lo que habíamos hablado horas antes. Pero el nombre, después aceptado por todos, fue ese.
“Y El Ojo Daltónico fue una sugerencia de mi hermano Emanuel (47 años, geólogo), porque existía una canción de nuestro primer disco (eran diez) que hablaba de un Ojo Daltónico. Y resultó ser un buen complemento para Luceros (‘con s final’), que en un principio sonaba como muy ligado al folklore”.
—¿Por qué aclarás lo de la “s” al final?
—Porque por un descuido o una estrategia de marketing, no sé, el nombre (Luceros) quedó en plural, y la segunda parte, El Ojo Daltónico, en singular, y el que no nos conoce o nos ve por primera vez, le cuesta pronunciar la nominación de corrido. Por otro lado, hay una intriga, si es Lucero o Luceros, y ese run run que se genera para llamar correctamente a la banda nos da cierto prestigio y notoriedad. Para mí, Luceros suena mejor.
En sus inicios, cada presentación del grupo incluía 18 temas: 10 propios y 8 covers. “Tocábamos dos de Divididos, dos de Los Redondos, uno de Fito Páez y uno de Sumo, más los que nos podían llegar a pedir. Era una mezcolanza terrible y esos covers no nos hacían tan populares como nuestros temas, por eso después de cuatro o cinco meses y de dos o tres recitales elegimos hacer solo lo propio”, contó “Nacho”.
“Siempre elegimos trascender por voluntad y creatividad propia, porque no éramos buenos imitando la música de otros y sentíamos que le podíamos dar identidad a nuestra manera de ser y a las letras que nos representaban”.
—Una excelente decisión.
—Siempre cuento una anécdota: a fines de 2003, cuando arrancamos con temas de nuestra autoría, cantamos en el club Universitario, un domingo a la tarde, y se llenó de gente, que llegaba entusiasmada con la idea de escuchar temas de Sumo o Los Redondos de Ricota. Me acuerdo de las caras de asombro de los que estaban adelante del escenario, que se fueron copando con nuestros temas y, la verdad, se retiraron del show encantados con Luceros.
—¿Te han propuesto un contrato para un show como solista?
—En el único lugar que puedo llegar a tocar solo, con mi guitarra, es en Monte y en verano. Incluso lo he hecho más de una vez, pero si me das a elegir prefiero tener el amparo de la banda. Luceros tiene otra espalda, yo no sé negociar. Canté en algún show improvisado, aunque en la medida de lo posible trato de evitarlo; no lo disfruto tanto como estando con Luceros.
—Te propongo cerrar los ojos y viajar hacia el fin de semana que viene: ¿qué imaginás que va a pasar cuando estalle el sonido de Luceros y tengas que hacer punta en el escenario?
—Será una noche extraordinaria, solo espero que no llueva. Va a ir mucha gente y se va a generar una energía sensacional. Muchos no nos conocen, es esa generación de chicos que recién están incursionando en el mundo cultural, por eso me imagino a muchachos grandes, muchos padres y familias enteras alrededor de las gradas. Que vayan a escuchar y a disfrutar, que no usen a Luceros como excusa para escapar de alguien… (risas).
“El show va a incluir los temas de siempre más dos canciones del disco nuevo, que no tienen nombre y todavía estoy aprendiendo a cantar. Te adelanto algo por si no me creés, en la lista van a estar como ‘temas nuevos’. Como complemento, y acá tenés la exclusiva, sonarán unos acordes de piano, un instrumento que nunca fue parte de nuestro ADN. Lo estamos analizando, es una sorpresa. Como verás no hay nada a la bartola; somos muy organizados.
—¿Cómo cierran el año?
—Después de Monte tocamos en Lucille (una sala de conciertos en el corazón del barrio porteño de Palermo), el 21 de noviembre. De paso aviso que ya están las entradas a la venta. Y a fin de año la idea es hacer algo grande en Bahía, un show con brillo y color, donde presentaremos las canciones del último disco, que para el último mes de este 2025 ya estará listo. No tenemos fecha confirmada, queremos ver si organizamos algo propio o somos parte de un festival, veremos…
—¿Nada más para contar?
—Sí, mucho, si es por mí hablamos hasta la semana que viene. ¿Qué querés saber?
—Lo de la bandera a cuadros.
—Ja, ja. Por algunos años trabajé en la pista de karting de Monte, que está al lado del anfiteatro. Enseñaba a manejar y controlaba las carreras, y como estaba en la línea de largada y llegada, bajaba la bandera a cuadros cuando terminaban las distintas competencias.
“Agarraba la bandera a cuadros y avisaba, con un cartel, que era la última vuelta. Y hay una canción de Luceros, con una dedicatoria especial, que se llama ‘La última Vuelta’. Todo tiene que ver con todo”.