Promesa cumplida. Entre trotes y caminatas, Erica Ciros unió Sierra de la Ventana con Monte Hermoso

Junto al bahiense Mariano Petasne, el fin de semana pasado recorrió los 128 kilómetros que separan a ambas ciudades en una carrera de ultradistancia 

Mariano Petasne y Erica Ciros

Las promesas se cumplen dice una y otra vez, es uno de sus lemas…

Y como tantos argentinos y argentinas apasionados por el fútbol y por la scaloneta, que de cara al mundial se lanzaron compulsivamente a hacer promesas de todo tipo, como pagar el asado del domingo, cortarse el pelo, tatuarse, dejar de fumar, casarse y otras tantas locuras que se han escuchado por ahí, ella también hizo su promesa.

Erica Ciros, corredora experimentada y acérrima, que se autodefine como “testaruda” y “pasional” (quienes la conocen asienten), prometió en redes sociales que si Argentina salía campeón del mundo recorrería la distancia de 128 kilómetros entre Sierra de la Ventana y Monte Hermoso en una carrera de ultradistancia, como se conoce a toda aquella que supere la distancia del maratón.

“Fue en un post de Face que decía: si Argentina sale campeón yo prometo… y hoy el Face te condena”, nos dice entre risas. Se lo había confirmado a este medio en una nota reciente.

“En el momento no evalué lo que iba a tener que hacer si se cumplía, son esas cosas que decís con el entusiasmo, la euforia, pero no pensé demasiado”, nos relata Erica y agrega: “Pero las promesas hay que cumplirlas, porque como siempre digo, si no cumplo con lo prometido el próximo pedido que haga no se me va a conceder”.

La idea, en un principio, era hacerlo en diciembre, ni bien terminaba el mundial, pero a raíz de ciertas lesiones que había sufrido en su última carrera, de las que aún debía recuperarse, decidieron poner fecha inamovible para el 25 de marzo.

Decidieron, en plural, porque no tardó en sumarse Mariano Petasne, su compañero de aventuras en muchos recorridos, que se acopló a la promesa con tanta convicción como si fuera propia, “yo te acompaño amigacha, me dijo”, incluso fue él quien sugirió hacerlo con un fin solidario para la institución bahiense “Cuanta vida especial”, que trabaja con personas mayores con capacidades diferentes y necesitaban dinero para gestionar la personería jurídica, entre otras cuestiones.

Se sumó así a la preparación física y logística, la tarea de conseguir auspiciantes, que según nos cuenta fue bastante sencilla: “Enseguida conseguimos los sponsors, incluso gente particular que quería colaborar y se sumaron a la cruzada”.

Si bien ya tenían alguna experiencia previa en un recorrido de similares distancias, en esta oportunidad el camino fue más tedioso. “Había hecho 119 kilómetros en 24 horas pero no era lo mismo, aquello fue en una pista cerrada, donde prácticamente no había viento, no había lomas ni banquinas en mal estado, el circuito fue completamente distinto”.

Sin un estudio previo del terreno ni una planificación de la estrategia de carrera, se pusieron el objetivo y hacia allá fueron. “Sobre la marcha acordamos correr hasta Saldungaray sin parar y después de ahí, como el trayecto era muy largo, hacer uno por uno, un kilómetro de trote por uno de caminata rápida para tratar de retrasar nuestro agotamiento, que indefectiblemente iba a llegar; sin embargo lo manejamos muy bien”.

Erica forma parte de un grupo de corredoras de Monte Hermoso, “Las diferentes”, en el que tiene un rol de liderazgo; son alrededor de 20 mujeres que encontraron en sus piernas la herramienta para dar batalla a las adversidades de la vida. Además del deporte comparten alegrías, tristezas, se alientan, se sostienen, se comprenden. Y como no podía ser de otra manera, sus chicas también se hicieron presentes a la vera del camino.

Por tramos tuvieron la compañía de una y de otra que se sumaban unos kilómetros a trote, otros kilómetros caminando: “Eso me ayudó un montón porque íbamos charlando, nos reíamos, ir acompañado te abstrae, si vas solo te enfocas en lo que duele, en lo que te arde, en el cansancio, en cambio con ellas se hizo más llevadero”.

Por otra parte, contaron con la asistencia de Gladis Nuñez y Héctor Saez, el matrimonio a cargo de “Cuanta vida especial”, quienes los acompañaron durante todo el trayecto con un vehículo equipado con todo lo necesario para cualquier eventualidad.

“Ellos se ocuparon de toda la logística, teníamos todo ahí, las zapatillas, las medias, la conservadora con alimentos. Hicieron casi todo el trayecto al lado de nosotros; a la noche iban un poco más atrás para alumbrarnos el camino, nos ponían música, nos tocaban bocina si venía algún auto, nos prepararon sopa caliente, el apoyo que nos brindaron fue impagable”.

Saliendo de Sierra el sábado a las 9 de la mañana llegaron a Monte Hermoso a las 6 del domingo, 21 horas en total, tres horas antes de lo esperado.

“Todo terminó de la mejor manera, con la promesa cumplida y realizado en cuanto a lo que queríamos para el taller. Estamos felices porque el cuerpo, la cabeza, nos respondió muy bien. Mariano y yo tenemos 50 años, haberlo concretado nos da una satisfacción personal enorme”, resume Erica con voz entrecortada y lágrimas que asoman: “Esta semana, además, me sorprendió tanto amor, tantas demostraciones de afecto, fue muy movilizante”.

Siempre cuenta que empezó a correr ya de grande, después de una larga depresión, a modo de terapia. “Correr me fortalece, me ayuda a seguir, corriendo encontré la manera de levantarme”.

No hace mucho debió afrontar otro golpe durísimo, quizás el peor de todos, la pérdida de un hijo, y aunque se planteó no volver a correr, el amor que supo generar le dieron esta vez la fuerza para continuar; una nueva carrera contra la adversidad, contra el dolor, contra todo aquello que hace mal… ir “vaciando la mochila en cada paso”, frase que usa a diario para motivar a sus “diferentes” y que aplica día a día en la cotidiana carrera de la vida.

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