Todos los bares, un bar

Todos los bares, un bar

Sara Facio es una fotógrafa excepcional. Inmortalizó lo simple y cotidiano con la mirada del observador curioso que registra lo que otros pasan sin mirar.

La imagino una mañana cualquiera parada detrás de ese árbol, al borde de la calle de empedrado de cualquier  pueblo, con fondo de parroquiano sentado al costado de una mesa en la vereda viendo pasar la vida.

Los que vivimos y crecimos en pueblos de campaña este flash de Sara Facio nos dispara fotogramas de pibes de barrio que veíamos desde afuera bares y boliches «como a esas cosas que nunca se alcanzan».

Cada uno guarda en su archivo un bar de referencia, un boliche y bolichero preferido. Para mi era el boliche de Fradejas, que combinaba copas en el mostrador o apoyadas en las pocas mesas del salón con venta de  productos de almacén.

La clave  del bar no era la estética y el mobiliario sino el bolichero.  Seres silenciosos, protagonistas de la misa diaria detrás del mostrador, siempre atentos a reponer copas vacías y platitos de maníes con cáscara y aceitunas.

Era un ritual, el bolichero ejercía el sacerdocio del vino, lo repartía, observaba desde el púlpito de estaño a feligreses que se congregaban parados detrás del mostrador y cual confesionario, escuchaba silencioso relatos de desdichas y dolores de parroquianos pasados de copas.

Cada uno tendrá cosas para decir de su boliche preferido.

Sara Facio puso el ojo en uno cualquiera, disparó la foto y disparó recuerdos. Y aquí estamos nosotros relatando los que afloran no bien la vemos…

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