Un fin de año distinto. La prueba de lo imprevisto y el dolor como ordenador de prioridades

Pareja abrazada en la playa

Este fin de año es distinto. El temporal que afectó a nuestra región y que dejó profundas secuelas en nuestras comunidades, nos sorprendió de un momento a otro y nos sometió a la dura prueba del imprevisto, de la pérdida de vidas o de cosas materiales. Hoy no podemos ser indiferentes al difícil trance de habernos convertido en víctimas de la furia de la naturaleza. La que nos reclama su atención, su cuidado.

Podrá quizá no ser casual que un doloroso acontecimiento justo a fin de año, momento de recapitulación y de cierre, nos “sacuda” y nos demuestre lo importante, lo irremplazable.

Lo que lloramos no es perder el celular. Lo que lloramos es que quedaron familias rotas, casas sin techo, cuerpos lastimados, árboles arrancados de raíz, ramas dispersas que demuestran que nuestras ciudades no son lo mismo después de esta tormenta. Lloramos perder la vida en todas sus formas.

Este fin de año es distinto porque tenemos la oportunidad de revisar lo que no anda bien en nosotros. La sabia naturaleza de la que los humanos formamos parte, nos demuestra que las pérdidas que nos han entristecido tienen que ver con la vida, con el amor, con el hogar, con el resguardo humano que es lo único que no tiene precio. De alguna manera el dolor es ordenador de las prioridades.

Si pensamos el momento de la tormenta, cada uno tendrá mucho que contar. Aunque en definitiva me atrevería a aseverar que solo nos importó cómo estaban nuestros seres queridos: la familia, nuestra familia, la casa donde vivimos con nuestra familia. 

El aislamiento propio del vendaval nos invadió de incertidumbre y ansiedad. Situación que evidenció nuestra humana inclinación a comunicarnos y saber de los otros. El no tener luz o agua por muchos días nos enfrenta al valor del bienestar, de lo cotidiano al que muchas veces somos indiferentes. ¡Cuánto para agradecer!

Este fin de año es distinto porque ninguno es igual a otro. Hagamos nuestro balance anual. Comprobemos si nuestros sueños esta vez se han cumplido. Pero en esta ocasión sumemos esta prueba de crecimiento que el fuerte viento nos propuso. Teniendo en cuenta dónde está lo importante, aquello que tenemos que cuidar.

Ahora viene la reconstrucción. Deberemos unirnos para ayudar a quien lo necesita, correr escombros y barrer ramas. Poner techos y consolar afligidos.

Reconstruyamos una vez más nuestro corazón de las carencias del año y lo acariciemos de los logros, promesas cumplidas o milagros imposibles.

Llega fin de año, valoremos el encuentro, las risas, la cercanía y el abrazo. Valoremos tenernos, acariciarnos y el diálogo. Valoremos a la familia y su sentido insustituible. 

Valoremos al otro en forma de amigo, vecino, compañero de trabajo. La solidaridad , la generosidad y la gratuidad, virtudes que deben circular en la familia es hora de aplicarlas también con nuestros semejantes.

Sin duda el significado de este tiempo en el que se renuevan las esperanzas con el acontecer del nuevo año, atravesado por el mensaje profundo de la reciente Navidad, será para nosotros el nacimiento de un nuevo sentido de la vida.

¡Valoremos la vida en todas sus formas!

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