Una historia con cicatrices abiertas. La YPF de la entrada a Monte, la vedette por casi 50 años que hoy ya no está

Entre fines de 1974 y principios de 2022, la emblemática estación de servicio estuvo a cargo de la familia Martínez, cuyos integrantes siguen residiendo en la ciudad, y sabe qué: a metros del lugar, que permanece vallado y sin ningún tipo de actividad. “Es una lástima ver que está abandonado”, contó Diego, uno de los tres hijos de la dinastía iniciada por Ricardo y Viviana Dambolena.

YPF de Monte Hermoso esquina Avenida Majluf

Durante poco más de cuatro décadas fue la vedette del centro montermoseño. Y desde 2002 en adelante, hasta el 25 de marzo que pasó, cuando cerró definitivamente, la estación de servicio YPF de avenida Intendente Majluf y Sipe Sipe, o “la de la entrada”, como la popularizaron propios y extraños, fue la única prestadora de combustibles en la ciudad.

La historia recalca que cuando Monte era apenas un puñado de vecinos llenos de entusiasmo, en ese triángulo, hoy tan transitado por ser una ciudad de casi 9.000 habitantes, ya existía una estación de servicio, aunque es necesario aclarar que durante casi cinco décadas esa prestadora estuvo a cargo de una misma familia: los Martínez.

Aldo Salustri, dueño desde siempre del edificio donde funcionó la tan famosa YPF del acceso, o de la salida, puso entre la espada y la pared a uno de sus empleados cuando arrancaba el verano de 1973: “si me prometés que te vas a vivir a Monte, te casás y formás una familia, compro una estación de servicio para que la manejes vos”.

¿A quién se refería? A Ricardo Martínez, dorreguense de ley y hasta ese momento viajante de la empresa Salustri (vendía repuestos para rectificadoras de autos), quien el 10 de noviembre de 1974, ya de novio con la montermoseña Viviana Dambolena, se hizo cargo del inmueble de dos pisos con surtidores y local comercial en la planta baja y la casa que la familia ocupó en la parte alta.

Ricardo, más conocido como el “Zorro”, pasó de empleado a patrón y de apoderado a jefe en poco tiempo, hasta que en la década del `80 se quedó con la llave del negocio y el cien por ciento de las ganancias. Primero, por una sociedad con Salustri, adquirió la mitad del comercio, y después, por un ofrecimiento de los hijos del dueño, se hizo de la parte restante.

La Estación siempre representó a YPF, con renovaciones contractuales automáticas cada vez que se hacía una reforma. La primera transformación del lugar fue en 1990, y la última, con cambios de imagen, cartelería y tanques de combustible por parte de la firma Repsol, en 1997. En esa ocasión, entre las partes se firmó un contrato por 15 años. Ese vínculo caducó en octubre de 2012, y a partir de ahí nada fue lo mismo.

Diego Martínez, hijo de Ricardo, se refirió, con lujo de detalles, a lo que podríamos considerar tranquilamente como una “crónica de una muerte anunciada”.

“En ese momento vinieron de YPF, nos sacaron la cartelería y dejaron de atendernos. Como perdimos la representación, pasamos a ser una Estación de bandera blanca, es decir que empezamos a hacer todo por nuestra cuenta, sin proveedores, sin intermediarios, sin nada…”, declaró Diego, de 44 años y el del medio de tres hermanos (Claudia tiene 46 y Marcelo 35).

“Vendíamos combustible de otras petroleras, porque en ese momento pudimos abrir una cuenta con Petrobras (después Puma) y también conseguimos, mediante un distribuidor de confianza, cargar directamente en la planta de Axion Bahía Blanca”, acotó.

En 2007, el municipio de Monte Hermoso sacó a licitación el pliego para construir una estación de servicio desde cero, pero el concurso se dio de baja y se reactivó en 2009, año donde la familia Martínez tuvo que afrontar una de las crisis más severas de su vida comercial.

“En 2007 no nos habían dejado participar, y en 2009 no estábamos en condiciones económicas de licitar, por lo que vimos prácticamente desvanecidas las chances de seguir en el rubro con un nuevo emprendimiento”, sostuvo Diego.

“En ese entonces, la ‘muni’ no quería iniciar un proyecto con otra bandera, tenía que ser YPF, porque eran tiempos donde escaseaba el combustible y no estaba dispuesta a arriesgar cambiando la marca. Además, ellos sabían que si la nueva Estación no era YPF y nosotros seguíamos con la representación, la que abría iba a correr serios riesgos de no vender nada y de fracasar”, explicó el empresario, hoy dedicado a la venta de combustible al por mayor y por su cuenta.

“En febrero de 2012 me avisaron que me iban a renovar el contrato, que me quede tranquilo, pero en junio me dijeron que era imposible seguir, que le iban a dar la bandera a la Estación nueva, que ya estaba construida y a punto de habilitarse”, indicó sin olvidarse de nada.

Antes de continuar, Diego hizo una pequeña reseña sobre un tema que siempre está en el tapete, sobre todo fogoneado por aquellos que no saben o no entienden nada de combustibles.

“Las Estaciones con bandera blanca, por no contar con un proveedor directo, siempre están bajo sospecha. Claro, al comprar por su cuenta y en cualquier lado, muchos piensan que la nafta es de baja calidad, `perreada´ o rebajada con agua. En nuestro caso siempre tuvimos relación directa con los mayoristas y cargamos en plantas homologadas oficialmente”, recalcó.

“Siempre despachamos combustible de excelente calidad, y para muestra sobra un botón, porque jamás tuvimos problemas con alguna bomba inyectora, que se tape por nafta adulterada. De hecho, más allá de abastecer a casi todo Monte Hermoso, eramos proveedores de las ambulancias, de las autobombas de los bomberos, de los móviles policiales y de los autos del municipio. Esa era nuestra carta de presentación; no había posibilidades, y menos que menos imaginar, de que nuestro nombre y prestigio queden manchados por alguna estupidez o negligencia”.

Un triste paso al olvido

Como decíamos, el 25 de marzo de este año fue la última vez que un auto pasó por el medio de los surtidores que todavía hoy continúan ahí, firmes, erguidos, pero tristes y desolados en una playa donde ya no hay presencia humana.

“El perímetro está todo tapiado (vallado), cerrado, sin actividad de ningún tipo”, adelantó Diego.

–¿Sabés que va a ser de ese lugar?

–Los comentarios de la calle dicen que van a reactivar la estación de servicio, pero no lo sé, al menos no se ven movimientos. Si es así, me extrañaría mucho, porque la resolución de la ley 1102 de la Secretaría de Energía (referida a la creación de Registros de bocas de expendio de combustibles líquidos, entre otros artículos y referencias) es muy clara y en ese lugar no se puede reabrir una estación de servicio ni levantar un edificio.

–¿Por qué?

–Con el paso del tiempo, la estación de servicio va contaminando el suelo por la proliferación de los hidrocarburos, y recuperar un espacio contaminado mediante un tratamiento específico y profesionalizado, lleva años. En Monte Hermoso se defiende mucho a la ecología, y me sorprende que algunos interesados digan que esa tierra está buena y en condiciones de trabajarla para una posible construcción. Yo, con conocimiento de causa, digo que no, que es imposible

–¿Ustedes tuvieron que cerrar y entregar la llave por exigencia del dueño, o porque el municipio se los pidió?

–El municipio no tuvo nada que ver, y tampoco tuvo posibilidad de participar, al menos en mi conocimiento. Nosotros podríamos haber seguido trabajando con bandera blanca, como lo veníamos haciendo en los últimos diez años, pero no, de un día para el otro todo cambió.

“En noviembre de 2021, los hermanos Salustri, hijos de Aldo y a cargo del lugar, me llamaron para comunicarme que no me iban a renovar el contrato de alquiler porque ya tenían vendido el lugar. Faltaba un mes para que empiece la temporada de verano y yo contaba con siete empleados a cargo, todos con mas de diez años de antigüedad; no me podía ir tan rápido como ellos pretendían. Les expliqué la situación, negociamos y llegamos a un acuerdo: cerrar definitivamente el 25 de marzo de 2022”.

–Y así fue, ni un día mas.

–Sí, la Estación se la vendieron a Fabio Rodríguez, propietario también de la YPF nueva que hoy se encuentra al lado de la terminal de ómnibus, la única habilitada en el balneario.

–¿Qué extrañás de la Estación?

–Todo, viví ahí hasta 1983, cuando nos fuimos a una casa a la vuelta, en Los Fresnos al 200. Esa Estación nos dio todo, ¿qué te puedo decir? Pasar por ahí me sigue generando un nudo en la garganta; es chocante verla vallada, abandonada…

Y pensar que en la década del ’80 había cuatro estaciones de servicio… Después, a fines de los `90 eran 3, entre 2000 y 2002 solo quedaron dos y de ese año en adelante apenas una: la YPF de la entrada.

–¿Cuál fue la época de mayor esplendor?

–Hubo dos: de 2002 en adelante tuvimos una rentabilidad importante en cuanto a cantidad de litros vendidos, pero la estabilidad económica, donde realmente podías ahorrar y soñar con progresar, fue a fines de los `80 y principios de los `90, en coincidencia con el crecimiento paulatino de Monte Hermoso.

“Acá, en lo que en su momento fue localidad, hubo dos transformaciones grandes. Cuando Monte empezó a pensar en ser ciudad, a crecer por sus propios medios, nosotros trabajamos muchísimo, no solo en el expendio de combustible, también en el local de servi-compras. La gente venía y consumía, pero también apostaba a invertir en un lugar que comenzaba a ser confiable”.

“Sin embargo, la explosión demográfica más significante se dio después de la crisis nacional de 2001. Los que venían a pasar el día empezaron a invertir en algo seguro, porque comprobaban con sus propios ojos que Monte se había plantado con los servicios esenciales (agua corriente, gas y cloacas) y que estaba en condiciones de convencer y albergar a los turistas que lo elegían para vacacionar. Había conseguido una base sólida de condiciones y una serie de beneficios que lo transformaron en uno de los balnearios más importantes y famosos del país”.

De golpe, a Diego lo invadió la nostalgia de un recuerdo que, según él, quedará justamente en eso, en un triste y desamparado recuerdo.

“Nunca más vamos a recuperar la Estación, es lo sabemos más allá de que la vida da muchas vueltas y no sepamos lo que puede llegar a pasar mañana. Lo que nunca me hubiese imaginado es que nos echen como nos echaron; siempre creí que algo así jamás iba a suceder. Tenían derecho, es legal y estaba dentro de las reglas del juego, eso seguro, pero actuaron sin ética ni códigos”, señaló más apesadumbrado que enojado.

“Los hermanos Salustri nunca me avisaron de la venta, me llamaron para comunicarme que se había vendido y que me tenía que ir. Me dolió por mi papá, que hizo tanto por una Estación que funcionó con la impronta de los Martínez”, deslizó.

Y lo quiso dejar bien en claro: “los dueños de la propiedad no nos dieron chance a nada, ni a comprar ni a sentarnos a charlar. Ellos generaron las condiciones, arbitrarias por donde se las mire, para dejarnos sin trabajo de un día para el otro”.

–En el último tiempo, ¿cómo era la relación de ustedes con ellos?

–Nunca hubo mala relación, ni peleas y tampoco diferencias. Y menos que menos incumplimiento en el pago del alquiler porque jamás nos retrasamos. No había un motivo, y eso es lo que nos llena de bronca. Siempre negociamos con buena fe y en una mesa de diálogo, menos esta vez, que fue el final de todo. Considero que fue una falta de respeto total y absoluta, siempre pensando en mi papá, que tanto hizo por el crecimiento social y económico de la empresa.

–Hoy existe una sola Estación para todo Monte, ¿alcanza?

–Mientras haya combustible, por supuesto. Nuestra Estación era más chica y siempre alcanzaba. Cuando surgían los pretextos y muchos exigían que sí o sí había que abrir otra estación, era en épocas de desabastecimiento, pero no era una cuestión de capacidad de carga o pocos lugares para depositar combustible. Con esto no quiero dar a entender que me opongo a la existencia de otra estación en Monte, porque el crecimiento de la ciudad y su distribución, así lo requerían.

“Además, lo bueno de dos estaciones es que vos podés planificar tranquilo. Si una se queda sin operar por equis motivo, está la otra. Imaginate si hay solo una y pasa algo en plena temporada de verano; sería una catástrofe, la ciudad, como está hoy, se convertiría en un caos”.

–¿Qué es de la vida de los Martínez, en algún momento todos trabajaron en la Estación?

–Papá y mamá están jubilados; Marcelo, que se recibió de martillero público, trabaja en su propia gestoría y Claudia sigue firme en el local de venta de repuestos para autos, emprendimiento que encaramos juntos en 2010. Y yo sigo en YPF gas, con el reparto de garrafas y tubos, aunque también encaré un proyecto muy alentador: la venta de combustible al por mayor.

“Y acá estamos, costó mucho cambiar de vida, adaptarse a otros horarios y costumbres, no depender de un solo lugar. A veces flasheo mal, me levanto y digo: `me voy a la Estación´, o `mañana tengo que llamar al camión para descargar´… Es de locos. Sueño, pienso y rebobino mucho, el GPS de la cabeza varias veces me traiciona, pero ya me estoy amoldando a otra vida.

–Debe ser difícil.

–Muy. Salgo de mi casa y tengo que pasar por ahí, se me hace un nudo en la garganta, no te puedo mentir. Encima, mis padres y mis hermanos, todos vivimos o trabajamos a metros del lugar, es imposible esquivar esa manzana. Ya está, no me quiero hacer más mala sangre.

“Por este medio quiero agradecer a toda la gente que pasó por la Estación, a lo que pudimos conocer y aún hoy nos seguimos tratando. También a los que trabajaron, a los que nos dieron una mano haciendo la temporada o cubriendo francos o vacaciones, a los que nos atendieron, a todos. Somos muy agradecidos de los ciudadanos montermoseños, quienes siempre respondieron, aún en momentos de crisis”.

Podio de anécdotas

1) “Desde chiquito, sin tener uso de razón, vivía subiéndome a los autos de los clientes para jugar. Una vez, a los 3 años, estacionó un micro de larga distancia de La Estrella y me mandé al asiento del chofer. Hacía el que manejaba, iba y venía de un lado al otro, hasta que me quedé dormido en uno de los asientos de atrás. Me buscaron toda una mañana, vino la policía, la Cruz Roja, Defensa Civil, nadie me había visto, y muchos pensaron que alguien me había raptado, que ya me estaban llevando por la ruta”.

“Era un época sin celulares, 1981, un Monte Hermoso con 2.500 habitantes. Me empezaron a buscar en lugares comunes, a donde iba siempre, como la casa de mi abuela, la gomería de al lado, el kiosco de la vuelta, la panadería de enfrente, pero nada. En el medio del lío y la desesperación de mi familia, el chofer le dice a mi papá: `Zorro, bajá al pibe del colectivo, está dormido y yo estoy saliendo para Buenos Aires´. Menos mal que se dio cuenta el fercho, porque nadie había revisado arriba del micro”.

2) “Cuando en enero de 2008 se prendió fue un sector del Complejo Americano, nuestra Estación, que no tenía combustible y estaba esperando al camión, recurrió a los litros de reserva que siempre tiene para las emergencias, como la que acababa de ocurrir, con el fin de abastecer a los bomberos y a todos aquellos que se aprestaban a combatir el fuego. En ese momento, la cola de autos que esperaba la llegada del camión de combustible era larguísima, y muchos se bajaban de sus unidades para venirnos a pedir explicaciones: `¡claro, tenían nafta y no nos quieren vender!´, se quejaban, sin importarles que la prioridad en ese momento eran los servidores públicos”.

“Los automovilistas nos pedían que respetemos los turnos, yo no lo podía creer; hasta uno se bajó con un machete para amenazarnos. Además, se quejaban porque también despachábamos a gente común y corriente, y les teníamos que explicar que, cuando sucede una emergencia en un pueblo o en una ciudad chica como Monte, la gente colabora poniendo a disponibilidad sus autos, camionetas o lo que tengan. Me cuesta decirlo, pero algunos no lo comprendían”.

3) Cuando Marcelo tenía 7 años, un día, en bicicleta, se le dio por saltar la manguera de descarga (del camión a los surtidores). Mi papá le decía que tenga cuidado, que era peligroso, pero él siguió insistiendo, hasta que con el pedal enganchó el pico vertedor y la manguera salió expulsada. Conclusión: la nafta empezó a salir por los cuatro laterales de la Estación. Mientras mi papá corría a Marcelo hasta la playa, nosotros cortábamos el tránsito y poníamos conos para que no se acerque nadie; era un peligro que alguien pase fumando a un metro.

“Les pedíamos a los que atendían los negocios cercanos que no salgan, había combustible por todos lados. Además, el olor era insoportable, gastamos un montón de plata en lavandina y perfumes con tal de tapar el aroma que no te dejaba ni respirar”.

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