Un emprendimiento familiar suele tomar forma y color a partir de una idea que surge por necesidad, simple curiosidad o un compromiso pasional o vocacional. En época de pandemia a causa del Covid 19, el encierro multiplicó de preguntas y propuestas los distintos hogares y se generó el entusiasmo por crear y querer hacer. Y todo ese cúmulo de sensaciones derivó en proyectos que, una vez que la humanidad recuperó el nivel de vida normal, pasaron de la teoría a la práctica para erigirse en pequeñas pymes que hoy, cinco años después, resplandecen como grandes empresas o se fortalecieron como negocios estables y rentables.
Mediante un proceso similar, con un compromiso de corazón entre madre e hija y una visión netamente artesanal, nació Pure Art, un producto bien bahiense que se inició como chocolatería pero que no tardó en complementar cubanitos libres de gluten y alfajores. “Actualmente es una chocolatería de autoras”, sostienen, al unísono, Flavia Masson y Viviana Cabrera, hermanas de la vida, amigas, socias y quienes llevan adelante Puro Arte (en español), con local comercial (venta minorista y mayorista) y fábrica en 11 de Abril 90 de Bahía Blanca.
“Lo que ves y lo que somos como empresa es todo mérito nuestro”, aclaran las “dueñas” antes de hacer hincapié en una historia con origen en 2020 y que abrió sus puertas (en el mismo lugar que ocupan hoy) legal y oficialmente el 9 de octubre de 2022.
“Todo empezó cuando Viviana, alentada por su hija Uma, se anotó en un curso virtual de chocolatería y bombonería en plena pandemia. Mientras aprendía y avanzaba, nos daba, a su grupo de amigas, a probar lo que elaboraba. Le decíamos que todo era riquísimo, que tenía buena mano y por eso la incentivamos a que se anime a vender lo que ella misma producía”, avanzó Flavia, bahiense de 50 años y con horarios flexibles entre Pure Art y su trabajo como terapista ocupacional.
“En 2021, Vivi me invita a ser parte del proyecto y el primer paso fue vender piñatas de chocolates para el día de los enamorados. Nos fue bien, nos extendimos hasta Pascuas y la valentía y los números nos dieron para continuar todo el año. Ahí surgió la idea de alquilar un local para fabricar, exponer y comercializar lo que estábamos haciendo”, amplió.
—¿Y aprendiste rápido a moldear y a dar en la tecla con el gusto del chocolate?
—Eso vino después, porque yo me sumé para la gestión comercial y para el desarrollo y la propagación de la marca en las redes sociales. Viviana es la genia del chocolate, yo fui aprendiendo en el camino. Trato de llevar un orden administrativo y nos complementamos más que bien; ya cumplimos cuatro años como sociedad en pleno crecimiento.
“Como era solo chocolate, en verano, con la llegada del calor, las ventas bajaban considerablemente, así que evaluamos qué otro producto vender. En ese momento en el mercado solo había una marca de cubanitos sin gluten, pero los probamos y no nos gustó, entonces Viviana, que es celíaca, fabricó uno casero que poco después perfeccionó y terminó ‘pegando’ en la gente. Fue innovador con excelentes sensaciones, porque a raíz de ese producto libre de gluten nos invitaron a participar de la primera edición de la Fiesta del Cubanito en Bahía”, aseveró Flavia.
Fue en 2023 y Pure Art recibió una mención especial por el primer cubanito libre de gluten fabricado —en su totalidad— con materia prima y manos bahienses.
De a poco, Viviana se fue acercando a la ronda donde el mate tenía un ida y vuelta bastante lento pese a que en la mesa principal del local, donde desarrollamos la nota, éramos nosotros tres.
“Los cubanitos, certificados y habilitados por el Ministerio de Desarrollo Agrario de la provincia de Buenos Aires, son únicos. Contamos con todos los derechos y certificaciones para poder vender a nivel nacional”, confesó la también bahiense, de 51 años y empleada administrativa desde hace más de dos décadas en un conocido Sindicato de la ciudad.
“A veces me cuesta creer que lo que se inició como un hobby terminó convirtiéndose en una empresa, que en definitiva es a lo que apuntamos”, deslizó la mamá de Uma (está por festejar los 15), quien realizó el curso de chef de Chocolatier Sommelier en la Escuela Integral Ingrid Cuk, la primera y la única de chocolatería y bombonería de Capital Federal.
“Siempre fui en búsqueda de desafíos, y la pasión por la chocolatería la encontré en la pandemia más allá de que siempre me gustó hacer postres y colaborar con algo dulce en las mateadas con amigas. Pero bueno, distintas obligaciones fueron postergando esto que tanto me encanta, hasta que en los primeros meses de 2020, el encierro y las horas sin hacer nada me llevaron a reactivar, a perfeccionarme y a arriesgar de lleno con una marca propia”, relativizó la que en Pure Art “atiende” en el turno tarde.
“Hoy le estamos dedicando mucho tiempo a este emprendimiento para que se convierta en un medio de vida”, apuntaló la autodidacta del equipo.
En las posteriores fiestas del cubanito, Pure Art fue reconocido con el segundo puesto en cubanito simple (2024) y tercer lugar en cubanito bañado con chocolate (2025).
—¿Por qué ‘Pure Art’?
—Cuando empecé a elaborar el chocolate, el producto final lo pintaba a mano, era muy artístico y mis amigas decían que era una demostración de arte. Entonces, el primer dominio que se me ocurrió fue “Puro Arte”, pero como ya estaba registrado, decidí que sea en inglés: “Pure Art”.
“Al principio la colaboración familiar fue fundamental, pero con Flavia le pusimos el lomo para que el proyecto progrese. El producto tiene un principio y un final en nuestras instalaciones: se trae la materia prima, se procesa, se elabora, se establece la logística y el paso final es la venta”.
Cubanitos y algo más…
Aunque todavía lo tienen que seguir “masticando”, Flavia y Viviana tienen la intención de organizar en Monte Hermoso (posiblemente en parador Guardalavaca) una muestra de productos y degustación en plena temporada estival.
“Queremos recuperar el mercado de Monte, no hace mucho tuvimos distribución y venta y nos fue bien. Debemos volver, pretendemos que el cubanito se conozca y sea una opción, tanto para el vecino como para el turista”, indicó Flavia, buscando una extensión masiva a nivel regional y nacional porque tienen todo en regla.
“Nuestra idea es que haya más lugares con opción para celíacos y para aquellos que eligen un modo de vida diferente, porque son cada vez más los que optan por comer sin gluten”, amplió mientras de la fábrica, ubicada en la parte trasera del salón principal, salía un aroma irresistible a cubanito “caliente”.
“Muchos clientes descubren nuestro producto sin saber que es libre de gluten y no notan la diferencia con el cubanito tradicional. Es más, varios nos aclaran que es más rico. Ese es el potencial que queremos desarrollar; estamos ofreciendo un cubanito con buen gusto, muy sano y original”, destacó.
—¿Cuánto tiempo dura un cubanito una vez que es parte del stock?
—Sin relleno, tiene una vida útil de tres meses. Vos agarrás el cubanito el primer día o el último y no pierde las propiedades organolépticas, es decir las características físicas de la materia que se perciben a través de los sentidos: sabor, olor, textura, color y sonido.
“Para establecer la fecha de vencimiento se manda a hacer un análisis bioquímico para comprobar la estabilidad de los alimentos, aunque nosotras, más allá de lo que rige el laboratorio, sabemos que la crocancia recién se resiente pasados los 90 días”.
Viviana le dio un consejo al que adquiere un cubanito relleno de dulce de leche y no lo consume en el momento o en el transcurso del día.
“Si no lo guardás, depende del lugar; nosotras recomendamos que sea en un recipiente hermético que no esté expuesto a la humedad del ambiente. Ahora, si lo dejás al aire libre por varias horas, se va a empezar a ablandar, pero mucho menos que un cubanito convencional. También se puede freezar, y para comerlo lo tenés que sacar cinco minutos antes: queda exactamente igual que al momento en que lo compraste”, resumió con conocimiento de causa.
“Por ejemplo, tenemos clientes que a la mañana, antes de ir a Monte, pasan a buscar cubanitos. Algunos los comen como postre después de la cena, y otros los guardan para el otro día. Y nada, la crocancia no se pierde, el cubanito no se desarma y no terminás mascando chicle. Eso le da un valor agregado a nuestro producto”.
Y sino… “Contamos con el kit viajero, una docena de minicubanitos envasados al vacío, con dulce de leche complementario y una manga para rellenarlos cuando los vayas a comer. Tiene una duración de tres meses mientras no abras el contenido. Fue un éxito rotundo en las últimas temporadas de verano en Monte”, interrumpió Flavia.
Pure Art sigue siendo una licencia artesanal con desarrollo semi industrial.
“La inversión fue muy grande, para avanzar tuvimos que comprar máquinas para la transformación del producto y eso nos redujo las ganancias, pero estamos firmes y convencidas de que la inversión no es un gasto”, explicó Flavia.
“Cuando el cubanito sale de acá, del mostrador y en un paquete para que alguien lo venda, ya es una inversión. Es una gestión que vos hacés con tal de vender y posicionarte, más allá del costo y del esfuerzo económico”, se sinceró la menor de las dos, sosteniendo que comenzaron con este proyecto sin saber nada sobre el tema ni ser descendientes de familias relacionadas al rubro.
“Nos embarcamos y fuimos aprendiendo en el viaje, tomando decisiones que, creo, fueron acertadas, siempre perseverando y tratando de que el negocio crezca y que nosotras crezcamos a la par de él. Hicimos todo lo posible para sentirnos seguras de lo que ofrecemos, y esa seguridad poder transmitírsela al cliente para que confíe en la calidad de lo que va a consumir. Con la salud y la reputación de la gente no se juega”, resaltó.
—Viviana, ¿cuándo descubriste que eras celíaca?
—En 2016, un año donde los productos libres de gluten no eran tan confiables como ahora. Lo que buscamos con Pure Art es lo mismo que busco yo: ir a comprar algo y no estar con el miedo de descomponerme al otro día. Apuntamos a la excelencia, y nos da mucho orgullo poder decirlo públicamente.
