El comentario, análisis y sorpresa ante El Eternauta es el tema de la semana. Varias cuestiones unen generaciones alrededor no solo de la historia del comic original, sino de la suerte (desaparición) del autor y de su familia.
El Eternauta es una novela gráfica de ciencia ficción escrita por Héctor Germán Oesterheld e ilustrada por Francisco Solano López que consiste en una serie de 106 entregas, entre 1957 y 1959, en la revista Hora Cero Semanal.
El Eternauta segunda parte, con los mismos autores, se publicó en 1976 y en 1978, en plena dictadura militar, y dejó de editarse a partir de la desaparición de Oesterheld y también de sus cuatro hijas y sus parejas, dos de ellas embarazadas, niños que aún no han aparecido pero que –tengamos en cuenta la paradoja– podrían estar hoy fascinados mirando esta producción audiovisual sin siquiera saber de la magia maravillosa de su abuelo, como autor de la misma. Por eso se destaca la importante labor de seguir trabajando por encontrar la identidad, esa que nos arrebataron.
Volviendo a la historia, muestra una invasión extraterrestre que convierte a la ciudad de Buenos Aires en un caos, lleno de una misteriosa nieve que cuando te toca te mata. Así es que los personajes deben enfrentar una lucha para sobrevivir ante un enemigo desconocido, y en esa lucha mantener su identidad como grupo. La salvación será en grupo, no individual.
La majestuosidad de los efectos especiales, el desarrollo de los momentos claves, la intriga, el suspenso, las alianzas, las traiciones, la búsqueda de explicaciones ante circunstancias desconocidas, le ponen todos los ingredientes que esta historia distópica presenta y que cautivó a todos los espectadores, aun a muchos que ni siquiera sabían de la existencia de este comic.
Todas las comunicaciones quedan interrumpidas. La energía eléctrica desaparece y así es que ese grupo de hombres, busca cómo afrontar esta emergencia. Las comunicaciones por satélite, GPS, instrumental eléctrico, teléfonos, etcétera, se interrumpen, se supone que debido a una mayor exposición a la radiación solar.
En el grupo hay un ingeniero eléctrico que saca la fiel brújula que le muestra que los polos magnéticos ya no están donde deberían. La aguja se mueve como loca. El mundo se está moviendo, expresa.
Sin embargo, al momento de intentar saber qué alcance tiene este fenómeno, si a otros les está pasando también, cómo lo están afrontando, el medio que aún funciona es la radio. En este caso un equipo de radioaficionado, pero posteriormente la clásica radio a transistores. Esa. La radio común, a pilas, que todos tenemos en casa. Y así como la radio, los autos con motores viejos, no electrónicos, que son los que arrancan. Así, paso a paso, pueden comenzar a moverse para enterarse de lo que está pasando y qué hacer ante esto.
Pero una vez más, la amada radio salvando la comunicación ante cualquier tragedia. La radio como fuente de contacto y comunicación, como camino de enlace entre lo que hay que decir y lo que necesitamos escuchar, como vía siempre constante y presente al momento de llevar un mensaje.
La radio. Siempre el medio de comunicación más fiel y barato, más presente y sostenible, más atemporal y genuino.