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El ‘cubanitero de la gente’ no deja de soñar: “En Monte Hermoso tengo que estar, ¿y si pongo un carrito en la playa?”
Elegido por el público las dos ediciones de la Fiesta del Cubanito, Andrés Praidelstain aprendió en la “escuela de la calle” y a los 36 años confirma el amor por la vida y por esta bendita profesión de ser tan “dulce” con clientes, vecinos y amigos. Comete un cubanito y conocelo.

Sergio Daniel Peyssé por Sergio Daniel Peyssé
20/07/2025
en Interés general
Cuba MC Bahía Blanca
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“Vivo de sueños y soy feliz, hago lo que me gusta y mi familia es el punto de partida para afrontar cada día con alegría”.

Jura que la frase no es copiada y que en la “escuela de la calle” aprendió que expresar lo que uno siente lo hace auténtico y veraz delante de la gente.

Andrés Praidelstain es el “cubanitero de la gente”, dueño de su propia marca, CubaMC, y “amigo de sus amigos y de los clientes”, tal como él lo define en el prólogo de la nota que, más allá del frío y la amenaza constante de lluvia, pudimos comenzar y terminar al pie del carrito de su propiedad -repleto de cubanitos, chocolates, alfajores, pochoclos y garrapiñadas- que desde hace 12 años es parada obligada para muchos en la esquina de Cuyo y Granaderos.

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Andrés Cuba MC

“Antes de que termine el año quiero cumplir un deseo que vengo postergando desde hace bastante tiempo: alquilar un local y habilitarlo para la elaboración y producción de chocolates y alfajores. Por el momento no tendríamos venta directa al público, pero sí distribución para preventistas, negocios, comercios y supermercados”, lanzó este emprendedor bahiense de 36 años, casado con Soledad Sánchez y ambos padres de Bianca (11 años).

–No me queda claro: ¿cubanitero o empresario?

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–Ja, ja… Cubanitero de ley. En 2012 empecé a incursionar en el rubro, aunque el 9 de septiembre de 2013 conseguimos el permiso municipal y ese es el comienzo real de nuestra historia, de CubaMC, una empresa familiar y artesanal que manejo desde mi casa (17 de Mayo y Castelli) con la fabricación de todo lo que se vende.

–¿Por qué CubaMC?

–Porque cuando arrancamos, en el lugar que ocupamos actualmente (Cuyo y Granaderos), nos tocaron días seguidos de lluvia y mal tiempo, entonces los que venían a comprar arrimaban el auto al carrito y pedían sin bajarse, lo que me causó mucha gracia porque parecía el Automac del McDonald’s. Y como no teníamos nombre, el servicio que se daba con nuestros clientes me inspiró para que surja CubaMC.

–¿Y por qué esa esquina, no había otro lugar en Bahía que te llamara más la atención?

–Es muy cómico lo que voy a contar. La idea original era poner el carro, que habíamos comprado en marzo de ese año, en el camino La Carrindanga, a metros del paso Vanoli, donde hoy se encuentra una placita con juegos para chicos que en ese momento no estaba.

Cubanitos CubaMC Bahía Blanca“Después de averiguar algunos presupuestos de fletes, mi cuñado (Mario) me dice: ´dejá, lo enganchamos en el Taunus y lo llevamos’. Y salimos, con tanta mala suerte que en el bache de Cuyo y Granaderos, la lanza de arrastre se cortó, el carrito se soltó y salió disparado hacia el lado del entubado. Miré a mi señora y le pregunté: ‘¿Y ahora?’ Ella, más tranquila y en pocas palabras, encontró lo que sería la solución: ‘Dejémoslo acá, por ahí el carro eligió donde quiere estar´. Pensé que me estaba cargando, pero le hice caso a las señales y acá estamos, creciendo laboralmente con la ayuda y la buena onda de los clientes”.

Cerró los ojos entre un segundo y dos y su mundo imaginario se activó al instante: “Eso sucedió el 9 de marzo, el día de mi cumpleaños, exactamente seis meses antes de obtener la habilitación municipal. Ese lugar y todo lo que pasó fue una bendición de Dios”.

Y siguió: “Creo que existe un ser superior que maneja nuestro mundo y en él encomiendo mi vida y la de mi familia. Soy positivo por naturaleza y cuando te movés en base a la fe, las expectativas se renuevan y el universo actúa en dirección a eso que tanto deseas”.

Andrés hace los mandados a la mañana, al mediodía prepara todo lo que tiene que llevar y a las tres de la tarde saca el carrito del garaje donde lo guarda (12 de Octubre y Florida) para arrimarlo, enganchado en su moto o empujado por sus propias manos, hacia la esquina de siempre.

“Al principio pensamos que no iba a funcionar, porque generalmente vos te instalás en un lugar que la gente elige para matear o pasear, donde se reúnen las familias con las reposeras rodeadas de niños y mascotas, pero bueno, mi caso fue una prueba piloto que tuvo aceptación entre los vecinos del lugar que hoy, gracias a Dios, siguen viniendo a comprar”.

–¿En serio?

–(Se emociona) Cuando empecé, esos mismos vecinos, de enfrente o de la misma cuadra, me prestaban sus casas para que yo guarde el carro porque no tenía vehículo para trasladarlo. Algunos de ellos me pidieron que no me vaya, que siga ahí porque se habían acostumbrado a verme todos los días.

Cubanitos CubaMC Cuyo y Granaderos Bahía Blanca“Te comento algo que viví y de lo que no me voy a olvidar jamás. Un vecino de acá cerca, cuando arranqué con los cubanitos, me iba a comprar todos los días. Me decía: ´Vamos Andresito, hay que crecer´, y me ayudaba con una propina. En 2015, cuando el negocio empezó a caminar por sus propios medios, él dejó de venir. Trabaja mucho, pero cuando llueve o el clima está complicado, yo sé que está en la casa, entonces le preparo los cubanitos que le gustan y se los llevo. Siento que le debo mucho, él confió en mí y yo se lo voy a agradecer siempre que pueda. Dar para recibir, antes por mí y ahora por él; creo que de eso se trata, ¿no?”

–Emprendimiento personal, familiar y también vecinal

–Tal cual. Los vecinos son muy amables, me preguntan si necesito algo y si estoy bien. A veces no puedo creer que me haya cruzado con gente tan maravillosa, que se alegra por lo que voy consiguiendo y que me alienta con un “Andrés, contá conmigo para lo que sea”. Incluso, hay vecinos que se fueron del barrio y me siguen mandando mensajitos para compartir experiencias o para hacerme algún pedido.

Al principio el carrito abría sábados y domingos, después Andrés le agregó el viernes y hoy trabaja de lunes a lunes entre las 15 y las 20.

“En realidad estoy hasta cuando la gente deja de venir”, exclama el “cubanitero de la gente”, criado en el barrio Villa del Parque y muy apegado a su mamá Lidia, su hermana Virginia y su sobrina Jazmín.

“En realidad trabajo casi 12 horas por día: a la mañana, mientras me dedico a la producción, entrego pedidos que tomamos vía online o por WhatsApp; y a la noche, después de cerrar el carro, me siento a cerrar números y a confeccionar la lista de todo lo que le tengo que encargar a los proveedores y fabricantes”, deslizó sin misterios.

Desde el barro

Formó su carácter vendiendo en la calle, pidiendo “una moneda” cuando lo que se recaudaba no alcanzaba para comer y fue ayudante de albañil en ese paso de la niñez a la adolescencia que le despertó responsabilidades y compromisos ante la falta de un papá presente.

“Cuando era chico vendí huevos, limones, torta, churros, chocolates, galletitas, bolsas de residuos, ropa, camisetas de fútbol, CD de música y hasta cosméticos. Caminaba unas 100 cuadras por día y lo que juntaba en una jornada laboral me alcanzaba para salir del paso, para que mi familia pueda tener un almuerzo digno y una cena que llene la panza”, repasa este “encantador” de serpientes bien curtido por la vida.

–El cubanito, la masa, ¿la fabrica CubaMC?

–No, la masita del cubanito es comprada, viene la oblea redondeada como la ves al momento de rellenarse con dulce de leche. Lo que hacemos nosotros es bañarlo con chocolate (blanco o negro). Trabajamos con dos fábricas locales de Bahía, Heidy y La Vaquita, que llevan medio siglo en el rubro ofreciendo un producto inigualable en calidad y sabor.

“Ellas nos proveen de la materia prima y estoy muy conforme porque me permiten vender algo bueno, que a la gente le gusta, y eso me da absoluta tranquilidad”.

–¿Y el dulce de leche?

–Es como la Coca Cola, no se puede descubrir la fórmula. Algunos me preguntan de dónde es, otros tiran “Es de tal marca”, y yo contesto “Puede ser, puede ser…”. El origen, o de donde lo traemos, me lo guardo para mí.

–¿Y los chocolates y los alfajores?

–Son artesanales, fabricados desde cero por nosotros. Para el chocolate tenemos los moldes y una templadora, el sabor es propio y en todos los casos van rellenos con dulce de leche. Los envolvemos, uno por uno, en un papel especial que mandamos a hacer, con el logo de la marca y una etiqueta con fecha de elaboración y vencimiento que va en el frente del producto.

Andrés Praidelstain Cuba MC“Con los alfajores es el mismo proceso: una máquina orienta las tapas, que se unen al mismo tiempo cuando reciben la capa de dulce de leche, antes de ser derivadas a la parte de embalaje y el acomodado en las cajas”.

Si está lindo, si hay sol y es finde o feriado, Andrés arranca a las 8 y se suele acostar a dormir pasadas las 3 del otro día.

–¿Cómo surgió el arte de ser cubanitero?

–Jorge, el dueño de La Vaquita, me conoce desde chico, y siempre me insistió con “Andresito, vos andarías bien para vender cubanitos, pensalo”. En ese entonces yo había puesto un local de ropa en la casa de mi suegra y ya estaba trabajando de albañil por mi cuenta. En 2010 falleció mi abuela y me costó asimilar el golpe.

Andaba desganado, tirado en la cama, y en una de las tantas charlas con la almohada, la consciencia me llamó: “¿Por qué no intentar con los cubanitos?”

“Lo hablé con mi señora y juntos dijimos: ´arriesguemos´. Al tiempito fui a la estación de servicio que funcionaba en 17 de Mayo y Vieytes a inflar las cubiertas de la moto, y en ese momento le comenté a Sole que para empezar debíamos comprar o alquilar un carro, conversación que escuchó una señora que estaba en el lugar: “¿Vos querés comprar un carro de cubanitos? A tres cuadras de mi casa, en calle Paul Harris, hay uno tirado en un baldío que se vende”. Me agarré la cabeza y arranqué”.

–Otra señal divina

–Ni hablar. Llegué al lugar y lo que me había dicho la señora era tal cual: el carrito estaba abandonado, despintado y con los vidrios rotos. Por su estado, era más desistir que comprarlo, pero había algo que me pinchaba: “avanzá, dale, tiene que ser tuyo”. A mi señora no la convencía y me pellizcaba la pierna para que diga que no, pero yo veía el vaso medio lleno y sabía que se podía restaurar para ponerlo a funcionar otra vez.

–¿Y?

–El señor que nos atendió nos dio la cotización, que era tres veces más que el alquiler que yo pagaba (mensual) por el local de ropa que tenía en el barrio Avellaneda. Era uno de los primeros carritos que vendieron cubanitos para La Vaquita, por él ya habían pasado diez generaciones de cubaniteros, pero por el estado en que se encontraba muchos no lo tenían en cuenta o lo consideraban fuera de servicio.

“En realidad no tenía toda la plata para comprarlo, entonces le fui sincero al dueño: ´si me da un mes, se lo compro´. Me miró, achinó los ojos y lanzó ´dale, dale, te veo cara de buen pibe´. En ese momento sentí una alegría inmensa pese a que no tenía el carro, pero ya había avanzado. Al menos ya estaba guardado para mí”.

–¿Llegaste a juntar el dinero?

–Sí, me endeudé con mucha gente, pero cumplí con la palabra que había empeñado y les fui pagando a todos. Compré el carro, lo llevé a mi casa y en el primer lavado nos dimos cuenta de que no era de madera como creíamos, era de chapa reforzada y no necesitaba grandes retoques. Le colocamos los vidrios, lo pintamos (con colores suaves y brillantes), impermeabilizamos el techo y acá lo ves, con algunos achaques después de soportar tormentas y granizo, pero vivito y coleando y con ganas de seguir.

“El paso del tiempo, esos diez o doce años tirado en un patio a la intemperie, no arruinaron la historia del que hoy es mi “socio” en este camino laboral de una vida agitada pero linda”.

Andrés abre los ojos grandes cuando un hombre morocho, alto y de bigotes, arqueándose en el aire para tratar de dirigir su voz a la ventanilla frontal del carro, le comenta que venía de la pollería y que iba a cocinar unas supremas pastoras con puré.

“Me encanta comer”, adelanta el cubanitero, que a su vez es “Cocinero de restaurante”, título que consiguió a los 17 años en el Centro de Formación Profesional de Ingeniero White.

“Nunca ejercí, aunque amo cocinar, crear platos e inventar recetas de comidas. Tengo un solo problema: soy muy desordenado, no me gusta lavar lo que uso y me excuso con un ´soy cocinero, no ayudante de cocina´ cuando las mujeres de la casa me retan por el bolonqui que dejo en la mesada”.

–¿Qué es lo que más rico te sale?

–La pizza y la pasta casera. Hoy en día uno come apurado y no disfruta de los placeres que te ofrece un buen plato, que en mi caso está hecho con amor y mucha paciencia. Si estoy tranquilo, una cena me lleva dos horas, aún sabiendo que ese tiempo lo podría estar aprovechando haciendo pochoclos o garrapiñadas. Pero bueno, me gusta disfrutar de lo que cociné o de lo que preparó mi señora, experta en las tartas.

El “elegido” por dos

Hasta el momento, en Bahía, se llevaron a cabo dos Fiestas del Cubanito (2023 y 2024), y en ambas el ganador, por decisión del jurado, fue Juan Rodríguez, de “Cubanitos de la Bahía”.

–Vos lo marcaste muy bien, él se impuso por los votos del jurado y sus productos, con variadas innovaciones, se hicieron famosos en la ciudad. En la última edición también hubo otras distinciones, para el mejor cubanito simple, el mejor de chocolate y el destacado con helado, aunque nosotros no entramos en ninguna de esas nominaciones. Paralelo a la decisión del jurado, se hizo una elección de la gente, que votaba mediante una aplicación por internet (había que bajarla al celular) creada por el municipio bahiense, y en esa compulsa salimos con el N° 1 en ambas ediciones.

Fiesta del Cubanito 2024
En las dos ediciones de la Fiesta del Cubanito, CubaMC fue elegido como «El cubanito de la gente»

–Qué orgullo.

–Ni te imaginás. En la aplicación la gente tenía que elegir entre varios ítems: sabor, atención, comodidad y estado del lugar (carrito o local). Así surgió el “cubanitero de la gente”, el título más importante que me podrían haber dado.

“La conexión con el cliente es todo. Tienen que percibir tu buena onda, tus ganas de vivir, por eso siempre pregunto: ´¿Cómo estás?, ¿todo bien?, ¿van a tomar unos matecitos?´ Muchos se interiorizan por lo que hago; soy abierto con la gente y disfruto charlar, de ese ida y vuelta que hace que haya un segundo encuentro. Soy de escuchar, de interesarme por lo que me cuentan, siempre con respeto y consideración”.

“Es más, a veces viene un cliente que no tiene plata y le digo: ´No hay drama, yo invito´. ¿Por qué no lo voy a hacer?, a mí me ayudaron cuando vivía prácticamente en la calle; yo no caí en nada raro por encontrar contención en la gente que veía o me cruzaba todos los días”.

El entrevistado aclara que un buen día de trabajo implica vender entre 80 y 100 cubanitos en una tarde, y que el común, sin baño de chocolate, es el que más elige el comprador.

“Sábado, domingo o feriado explota el carrito, es cuando más se vende, cuando la gente anda más relajada. El 90 por ciento de los que se acercan a comprar se prenden en la conversación y te agradecen cuando se van, y es por ellos que le agradezco a Dios tener el trabajo que tengo”.

–Siento como que le das más valor a la atención que al sabor propio del cubanito, ¿puede ser?

–Sí, porque la gente ya sabe que el cubanito es rico, pero te elige por la atención, por la amabilidad y si sos rápido para despachar.

–¿Creés que todos los que te votaron son clientes tuyos?

–No lo sé, aunque vinieron clientes que no pudieron votar porque en su celular tenían un sistema operativo que no era compatible con la aplicación. A todos les agradecí, aclarándoles que yo iba a la Fiesta del Cubanito porque, de algún modo, existe el reconocimiento para todos los que transitan por esta profesión. No me importa ganar, pero sí que valoren el sacrificio que cada uno hace y que todos tengan la posibilidad de trabajar y ganarse el mango.

“Mi sueño no pasa por ser premiado con un trofeo o un diploma, prefiero crecer y ser mejor cada día en una sociedad con personas que piden a gritos ser escuchadas y que las traten bien. Teniendo en cuenta eso, que encuentren en el cubanitero a alguien con el que puedan charlar con confianza y sin resquemores”.

En eso, una chica, de cabellos rubios y largos, se acerca a paso acelerado y, tras un corto “buenas tardes” con humito frío que salió de su boca, pidió “Me das una docena, me voy a Monte Hermoso”.

–¿La conocés?

–Sí, vive acá en calle Corenfeld, pero no me acuerdo su nombre. Pasa seguido. Tiene casa en Monte y se va todos los fines de semana.

–Monte, ¿no te dice nada?

–¿Por qué me lo decís?

–Puede ser un negocio en puerta.

–Es algo que vengo pensando hace un tiempo y que necesito plasmar de una vez por todas. Desde hace unos cinco años, los que me escriben por Instagram o Facebook me dicen que están interesados en vender mis productos, y mucha de esa gente es de la región, pero sobre todo de Monte. Claro, ven un buen negocio cuando se acerca la temporada de verano.

Andrés preparando el carro de CubaMC“A todos les contesto lo mismo: vos los llevás, los ponés en el freezer y duran unos 30 días sin que la masa se ablande. Todo bien, pero la gente quiere comer el cubanito que vos le rellenás en el momento, frente a sus ojos, y eso no se negocia. Estuve vendiendo en kioscos y en distintos comercios, pero no va ni da. Entonces, como veía la necesidad de agregar un producto noble y con los ingredientes de nuestra marca, sacamos al mercado los chocolates y los alfajores CubaMC”.

–Me quedé pensando: ¿un carrito en la playa?

–Ja, ja… Mi intención es llevar la marca a Monte, que se conozca por los chocolates y los cubanitos. No voy a Monte desde los 18 años. Cuando nació mi hija, el 12 de agosto de 2014, no me quedó otra que trabajar todos los días sin tomarme vacaciones. Y no paré hasta hoy. Muchos creen que los días de lluvia no hago nada, pero es cuando más hay que producir.

“Más allá del clima, la gente está esperando ver el carro para ir a comprar cubanitos. Si doblás de Alem para Cuyo, ahí tiene que estar CubaMC. No fallarle al cliente es uno de los puntos básicos si querés triunfar y progresar”.

“Siguiendo con Monte, es un buen lugar para instalar la marca; la idea está, solo falta la estrategia. Me gustaría hablar con alguien y ofrecer un pack de alfajores para repartir en la ciudad, para que puedan comprobar sabor y calidad. El segundo paso es habilitar un local y vender directamente para minoristas y mayoristas. Obviamente que me gustaría estar ahí, pero no puedo, entonces surge otra cuestión: la de contratar a un empleado para la atención, lo que no es fácil”.

–¿Qué lugar sería ideal en Monte para un local de CubaMC?

–Mucho no conozco, pero en la peatonal o cerca del centro. Por ahí no un local fijo, tal vez un carro, que la gente lo vea por la calle; hasta sería una mejor opción. Mis clientes me hablan mucho de Monte, algunos me compran hasta cinco docenas para irse el fin de semana a la playa. Otra opción son los mini cubanitos en bandeja, ideales para el viaje y para una ronda de mate grande. En diciembre, enero y febrero la gente no está en Bahía, y todos sabemos a dónde se fue.

–A Monte Hermoso

–Claro. Como acá afloja el trabajo, hay que ir para allá, buscarle la vuelta para que CubaMC sea top en Monte Hermoso. Algún contacto ya tengo, pero no me quiero apresurar a adelantar nada.

–Ahhh la tenías guardada

–(Risas). Es otro de los sueños a cumplir. Hay que ver cómo puedo entrar al mercado, qué tipo de competencia puedo tener y cuáles son las cuestiones a analizar. El que me compra acá lo puede hacer allá y esa es una ventaja, pero no le quiero ir a complicar la vida a nadie y prefiero que todos vendan y puedan hacer sus negocios. No voy a competir, y menos que menos a hacerme mala sangre.

–¿Tenés idea cuántos clientes pasan por tu carrito diariamente?

–No, aunque hay gente que compra cubanitos todos los días. El gasista de enfrente, a la tarde, cuando llega de trabajar, antes de entrar el auto me saluda y me marca el dos con los dedos de una mano. Voy y le alcanzo los dos cubanitos de chocolate blanco que, la mayoría de las veces, ya le tengo preparado. Él es fanático de CubaMC.

–¿Hay club de fans?

–Ja, ja. Tengo muy buenos clientes. Te cuento otra: día por medio, una señora que viene desde Los Chañares, pasa para llevar al nieto al complejo Zibecchi de Liniers, y a la vuelta me pide siempre una docena. No falla nunca.

“A veces tengo algunos cubanitos preparados, sobre todo cuando se me forma mucha fila y hay demanda, pero a mucha gente no le gusta que le des de la bandeja, quiere que los rellenes en el momento. Cuando arranqué había mucha desconfianza con ese tema, pero cuando me fueron conociendo se dieron cuenta que los de la bandeja no tenían horas de espera. Pero sí, mucho no creen si no ven”.

–Hoy, ¿cubanitero o…?

–Voy a morir vendiendo cubanitos. Más allá de que quiero que mi marca trascienda fronteras, me apasiona lo que hago. Un amigo que vive en Miami me chicaneó con ver a CubaMC en Estados Unidos, ¿y por qué no? Amo esto y nunca sé hasta dónde se puede crecer. Cuando no tenía carro, compré uno; cuando no tenía lugar físico para vender, apareció este de la esquina de Cuyo y Granaderos, y así sigo, creyendo que los sueños se van haciendo realidad…

“Para mí el trabajo no es una carga. Si Dios me lo da, tengo que responder, y si la gente nos elige, por algo debe ser. Es muy difícil dejar esto, hasta llego a creer que vine a este mundo para esto. Como empresa, no queremos ser los más grandes: queremos ser los más queridos.”

Etiquetas: Fiesta del Cubanito
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