Acaba de celebrarse en Argentina el Día del Maestro, festividad en la que se homenajea cada 11 de septiembre a Domingo Faustino Sarmiento, político y educador fallecido en esa fecha de 1888.
Sarmiento fue caratulado como padre del aula por su profunda, influyente, labor en la educación argentina como un motor para el desarrollo de la nación, impulsando su carácter universal, gratuito y accesible para todos, siendo además ferviente defensor de la inclusión de las mujeres y de las personas de bajos recursos en el sistema educativo.
La palabra maestro, que designa a la “persona que enseña una ciencia, arte u oficio, o tiene título para hacerlo”, proviene del latín magister, formada a partir del prefijo magis («más») y el sufijo ter, que indica contraste o comparativo. Originalmente, el término se usaba para designar a la persona que ostentaba un alto nivel de competencia o autoridad, pasó luego a referirse a quienes poseían el mayor conocimiento en un área, siendo así capaces de guiar y enseñar a otros, reservándose en la modernidad para significar a quienes imparten enseñanza formal o tienen una habilidad sobresaliente en un arte u oficio (maestro de esgrima, maestro de ceremonias).
«Docente», sinónimo de maestro, de uso común no solo en el ámbito de la actividad pedagógica sino también en sectores más o menos amplios de la población, tiene como ilustre antecesor al término doctor, también del latín, que define a la “persona que ha recibido el último y preeminente grado académico que confiere una universidad u otro establecimiento autorizado para ello”, aunque esta voz surgida a mediados del siglo XIII etimológicamente significa “maestro, el que enseña”, y se deriva de docere (“enseñar”).
Como es sabido, la lengua es un organismo vivo y es por ello que con el devenir del tiempo los significados y los usos presentan transformaciones que pueden estar originadas en sorprendentes parentescos como el mencionado.
De yapa, el «maestro Siruela»
Muy popular en Argentina y otras regiones de Latinoamérica, tal vez menos difundido en la actualidad aunque de rigurosa actualidad para seguir designando así a la persona que habla de un tema con una autoridad y conocimiento que no posee, actuando como si supiera mucho cuando en realidad sabe poco del asunto sobre el que opina.
Es una forma satírica de describir a los sabelotodo, a las personas que presumen ser expertas en todo sin conocimientos que lo sustenten.
La expresión se originó en España, vinculado al pueblo de Siruela (en la provincia de Badajoz), del cual el maestro del dicho tomó su apellido, originado en un verso popular que hacía referencia a «como el maestro de Siruela que no sabía leer y puso escuela»