Con mayor contundencia se debate en los medios y en las redes sociales la reforma laboral que impulsa el gobierno nacional. El proyecto, actualmente en trámite parlamentario, propone ampliar la jornada laboral, incorporar un sistema de “banco de horas” y modificar el esquema de vacaciones. Según distintos sectores sindicales, estas medidas favorecerían al empleador al flexibilizar las condiciones de contratación y reducir derechos adquiridos a lo largo de décadas de lucha gremial.
En un contexto de crisis económica y empleo cada vez más inestable, las empresas exigen mayor capacitación para puestos mal remunerados, los jóvenes siguen sin encontrar un espacio de pertenencia y los mayores de 50 años son desplazados o presionados hacia jubilaciones anticipadas. En este escenario, surgen preguntas clave sobre qué tipo de mercado laboral se está construyendo y para quién.
Estudios recientes muestran que la discriminación por edad sigue siendo un obstáculo fuerte. Según un informe de Great Place to Work Argentina, Bumeran y Diagonal, el 68% de las empresas no incorporó a personas mayores de 55 años en el último año y el 89% contrató menos de cinco empleados dentro de ese rango etario. Esta tendencia, conocida como edadismo, genera exclusión y pérdida de autoestima en un grupo que conserva experiencia, capacidad resolutiva y motivación para seguir activo.
Carlos Alustiza, CEO de Great Place to Work Argentina, señaló que “el futuro del trabajo se construye valorando la experiencia, no descartándola. Es momento de romper con los prejuicios y abrazar la riqueza que trae la diversidad generacional”.
Este fenómeno no se limita a las oficinas o a la industria. También alcanza al trabajo de temporada, una realidad constante en los destinos turísticos como Monte Hermoso. Cada verano, cientos de vecinos encuentran empleo en hoteles, restaurantes, comercios, servicios de playa y mantenimiento, generando un fuerte movimiento económico local. Sin embargo, la mayoría de estos puestos son temporarios y se extinguen con el cierre de la temporada, dejando a los trabajadores sin cobertura ni continuidad laboral.

Especialistas en derecho laboral y empleo sostienen que una eventual reforma debería reconocer la particularidad de las economías turísticas y diseñar mecanismos de protección que formalizen y sostengan la actividad, en lugar de profundizar la desigualdad entre temporadas. La clave, dicen, está en construir un modelo que promueva la inclusión generacional y respete los derechos laborales, incluso en contextos de alta rotación como el del turismo costero.







