Monte Hermoso y Bahía Blanca están unidas por un lazo indestructible

Bahia Blanca salida a Monte Hermoso

Se encuentran dos amigos, uno de los cuales acaba de regresar de uno de sus frecuentes viajes a Bahía.

– Sabés, le comenta al otro, cuando crucé las vías para emprender la vuelta (se refiere al paso a nivel de Montevideo y Falucho en Bahía) me impactó el cartel vial que indica la salida a la ruta, paré y le saqué una foto. Me llamó la atención porque señala la dirección hacia tres ciudades, Buenos Aires, Punta Alta y Monte Hermoso. Pensé: no dice Pehuen Co, ni Claromecó ni Necochea… ¡dice Monte Hermoso!

Bahía. El cartel vial de calle Falucho que indica la salida a Monte Hermoso.

Entonces, la charla deriva hacia el desagradable desencuentro entre bahienses y montehermoseños que se originó poco tiempo después de iniciada la cuarentena por el Covid.

Enterado de ese encuentro y del intercambio de opiniones, reflexioné sobre el asunto y me vino a la memoria la leyenda del hilo rojo.

El mito se sostiene en la creencia de que aquellos que estén unidos por la imaginaria ligadura están destinados a convertirse en almas gemelas y vivirán una historia importante, sin considerar cuánto tiempo pase o las circunstancias que acontezcan en la vida. El hilo rojo puede enredarse, estirarse, tensarse o desgastarse… pero nunca romperse.

El vínculo estrecho entre ambas ciudades se fue construyendo con el tiempo, desde hace mucho tiempo, y parece destinado a darle sustento a la leyenda.

La controversia surgida a partir de la angustia de los propietarios no residentes impedidos de ingresar a controlar sus viviendas, fue sin dudas un momento en el que el hilo rojo se enredó, se tensó.

Sin embargo, en pleno conflicto, un bahiense en pugna lanzó un mensaje criterioso, conciliador, que abona esta certidumbre del lazo que une.

Fue publicado en su oportunidad en este medio con el título “Reflexiva propuesta en el ámbito de los no residentes” y en uno de los párrafos el autor aportaba al empeño por la unidad:

“Usemos la cabeza y el corazón. (…) con el corazón nos daremos cuenta de que somos buena gente, todos (dejando a la clase dirigente de lado, por un ratito); los de allá y los de acá queremos lo mejor para Monte, para los que viven allá y para los que vivimos acá. Los jóvenes de Monte vienen a estudiar aquí, los enfermos vienen a Bahía a realizar sus cirugías y sus tratamientos; los de acá vamos para allá. A disfrutar o a trabajar y a dar trabajo, a gastar y producir y comprar… y allá hay amigos, gente linda, algún novio o novia, quizá un vecino adorable, quizá una chismosa en la vereda… como en el mundo, igual que en el mundo”.

Todos quienes llevamos a cuesta la mochila colmada de recuerdos, podemos aportar innumerables muestras de la relación indivisible, indestructible, entre Monte y Bahía.

Para los bahienses, en el pasado, por ejemplo, el sentido de cercanía y de pertenencia era tal que reclamaban mayor derecho que Coronel Dorrego para que formara parte de su partido, y seguramente la noticia de la autonomía fue un alivio. Como en un romance imposible, si no es para mi que no sea para nadie.

Y como idilios de verano durante el resto del año echaban de menos La Cueva, El Álamo, Aranjuez o Vía Appia.

De uno y otro lado, en cada extremo del hilo, abundan anécdotas, citas o relatos de tanta vida en común.

Integración

Durante el conflicto, además, este diario insistió siempre en la necesidad del diálogo y del consenso para zanjar diferencias contingentes.

Y como integrantes de una comunidad más amplia, ambos distritos tienen mucho para aportar al propósito de confluir en una fructífera, equilibrada, integración regional, como escribimos aquí mismo en la nota La pandemia también puso al desnudo la falta de integración regional.

Decíamos allí: En nuestra región afloraron antiguos desacuerdos y rencillas nunca zanjadas entre el centro o eje, que sin dudas ocupa Bahía Blanca, y el resto de las comunidades de su zona de influencia.

Es evidente que la ciudad cabecera no ha logrado ejercer un liderazgo generoso y fecundo que derivara en una aceptación confiada, animosa, capaz de sortear el recelo y las aprensiones del resto de las localidades, para acabar con los prejuicios que han venido abonando la antinomia. Igual de cierto es que subsiste en muchos de los vecinos, una especie de manía, hasta antipatía o torpe rivalidad con Bahía Blanca, inconducente aun ante el notorio histórico ensimismamiento de los porteños del sur.

De haber existido una real integración habría sido de gran utilidad para enfrentar en conjunto, unidos, la emergencia; para acordar acciones conjuntas, solidarias, colaborativas.

Deseo que alguna vez, ojalá pronto, una iniciativa así pueda concretarse.

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