Llegan a Monte Hermoso dos veces por año con la “misión” de “buscar sonrisas”

El grupo misionero de la capilla San Cayetano de Bahía Blanca cumple con su vocación de servicio y evangelización en el barrio Esperanza de nuestra ciudad. Gerónimo Blint, uno de los coordinadores, futuro médico, cantor, contó cómo, cuándo y dónde surgió la posibilidad de esta historia enriquecedora

Geronimo Blint grupo misionero buscando sonrisas

“Más allá de ir a predicar el Evangelio y de demostrarles nuestra fe en Dios, lo que más valoran es el afecto y el tiempo que destinás para estar con ellos”.

A veces, una frase vale más que mil palabras y un hecho tiene más poder que un gesto. Es así, sobre todo cuando la acción cuenta con la motorización del servicio al prójimo y el amor por los demás.

Gerónimo Blint, bahiense, 23 años, estudiante de quinto año de Medicina en la Universidad Nacional del Sur, entiende perfectamente lo que es la solidaridad y es por eso que se pone en el lugar del otro.

Desde 2015 integra el grupo misionero “Buscando Sonrisas”, de la capilla San Cayetano de Bahía Blanca, que está por cumplir su tercer año de misión en el barrio Esperanza de Monte Hermoso.

“El grupo se formó en 2003 con el objetivo de realizar obras comunitarias y de apostolado en distintos puntos de la ciudad donde vivimos, de ser nexo con los niños mediante actividades recreativas y de oratorio, pero sin enfocarnos en los valores o en la trascendencia de una misión, que se empezó a experimentar un tiempo largo después”, sostuvo “Gero”, amante de las playas montermoseñas cuando no tiene que estudiar o trabajar.

“Las misiones son siempre dentro del territorio que abarca la Arquidiócesis de Bahía Blanca, por lo general son tres años seguidos en un mismo lugar y la decisión corre por cuenta del asesor –sacerdote– de misiones en conjunto con el arzobispado. A fines de 2019 nos designaron Monte, aunque por la pandemia no pudimos cubrir las seis que nos fueron encomendadas (dos por año)”, agregó este joven con voz aguda y de cantor (y ya va a saber por qué).

 

La primera misión se desarrolló en enero de 2020, la segunda, pos Covid y normalización social, entre el 17 y 24 de julio de este año, y la tercera está pactada para los primeros días de 2023.

“El grupo misionero cumplió tareas en distintas localidades: Saldungaray, Villa Iris, El Perdido (de 2015 a 2017), Salazar (de 2017 a 2019) y ahora nos toca Monte, en un barrio donde el afecto y la contención tienen más implicancia que cualquier bien material”, agregó el entrevistado, aclarando que el lugar de encuentro donde centralizan las actividades es en el salón de Cáritas, que depende de la parroquía Stella Maris de nuestra ciudad.

“A fines de este mes se hace la votación para elegir a los tres nuevos coordinadores de misión, que se encargarán de organizar el próximo viaje y estadía, empezando por contratar el servicio de transporte y llegando a un acuerdo con la escuela, en este caso la Técnica, que es donde vamos a dormir y hacer nuestros momentos de oración, personales y grupales, antes de acostarnos y también al levantarnos”, afirmó.

Las aulas son los lugares elegidos para el descanso de los 20 estudiantes (terciarios mayores de 18 años) y del equipo de servicio (auxiliares encargados de cocinar y de limpiar) que son parte de la comitiva, que en todo momento mantiene contacto con el padre Walter París (de la parroquia Stella Maris), con la comunidad de Cáritas y los voluntarios del barrio que siempre se acercan para colaborar.

La preparación para la misión es un momento muy especial para nosotros, lo vivimos con una gran expectativa, y nos vamos formando con base en la experiencia de nuestros líderes y formadores. Por ejemplo, ahora, nosotros somos el grupo de los más grandes y nuestra meta es ir preparando a los más chicos, a los que están en la etapa del colegio secundario”, describió Gerónimo, contando que las comunidades se dividen por edades: de 9 a 11, de 12 a 15, de 16 a 18 y mayores que comienzan la facultad o el nivel terciario.

“Los más grandes somos los encargados de transmitir ciertas vivencias, lo que es salir de la zona de confort, el encuentro con la gente, el servicio y la formación con una preparación previa en lo personal y grupal”, destacó.

Manos ocupadas y alma llena

Mientras organizan y definen temas y detalles para la próxima misión, el grupo juvenil “Buscando Sonrisas” sigue recibiendo donaciones de alimentos, ropa, productos de limpieza y artículos del hogar (‘ahora tenemos para llevar una cocina y un calefón’, nos adelanta Gerónimo), que se pueden dejar en la capilla San Cayetano de Bahía o en la iglesia Stella Maris de nuestra ciudad.

“Las donaciones se recepcionan durante todo el año y cuando se junta mucho elegimos algún fin de semana para llevarlas, nunca esperamos hasta último momento. Es todo para la gente del barrio y lo distribuye Cáritas según las necesidades de cada familia en particular. Eso sí, el reparto es siempre equitativo e igualitario”, subrayó con énfasis el futuro “doc”.

– Una vez allá ¿cuáles son las actividades?

– Antes que nada, nos dividimos en subgrupos para realizar la convocatoria, recorriendo el barrio, visitando casa por casa y repartiendo folletos. El objetivo primordial es anunciar el Evangelio, charlar con la gente e invitarlos a vivir una semana distinta.

Si alguien quiere profundizar en la fe, lo hacemos, pero no es una obligación ni le “entramos” a nadie por ese lado; la idea es que nos reciban y crean en lo que le venimos a anunciar.

Con respecto a las actividades, distribuimos determinados roles y tareas según las edades. Para los más chicos, hasta 12 años aproximadamente, se hace una especie de oratorio, con juegos al aire libre y merienda; a los adolescentes y jóvenes los hacemos participar de distintas charlas de retrospección, de reflexión personal, además de motivarlos con distintos talleres que dictan, por lo general, personas del mismo barrio o profesionales que están entre nosotros.

– ¿En qué consisten esos talleres?

– En la última misión, que duró ocho días, hubo de panadería, de cuidado del medio ambiente, de siembra y germinación de distintas especies vegetales y uno de RCP que dictamos con un amigo y compañero que estudia enfermería. También se organizaron clases de boxeo dictadas por un profesor del lugar y una movida de barrido del barrio, con recorrida y limpieza de las distintas calles.

Al final de la misión hay un encuentro para todas las edades, abierto para grandes y chicos, y es el fogón de cierre, una cena comunitaria con cantos y algunos sketch donde participamos nosotros y las familias del barrio.

– Es admirable todo lo que hacen.

La fe mueve montañas, es cierto, pero además de eso, el Papa Francisco siempre aclara que hay que dignificar al ser humano y que no siempre es anunciándoles el Evangelio o hablándoles de Dios, sino también dando formación y trabajo para que se sientan importantes y valorados en la comunidad donde viven y en la sociedad donde se desenvuelven.

El objetivo de la misión varía según la realidad del barrio en el momento que nos hacemos presentes. Siempre hay una temática general, por ejemplo ‘cómo ayudamos en casa’, y ese es el eje para todas las edades y debe ser tratado, de la manera más instructiva posible, entre niños, jóvenes, adolescentes y adultos.

Todos los días, a la tarde, se lleva a cabo la celebración de la Santa Misa, que es abierta a la comunidad y donde interactuamos mucho con la gente del barrio, siempre con Dios como testigo directo.

– Durante el año, en San Cayetano ¿cuáles son las actividades del grupo?

– Nos juntamos todos los sábados. De 15 a 17 concurren a la capilla los más chicos, y después de la misa de las 18 nos juntamos los universitarios. En esos encuentros afrontamos temas de la actualidad, nos referimos a la preparación de la misión, de la logística del viaje y la estadía y nos preparamos espiritualmente para una experiencia fuerte y enriquecedora.

Con los más chicos, además de los juegos y la recreación, asumimos de la responsabilidad para guiarlos a una formación catequística y con vocación de servicio. No solo fe con los ojos en el cielo, sino también con los pies sobre la tierra, como para que entiendan con lo que se van a encontrar a diario y se puedan desenvolver sin inconvenientes en el lugar donde viven.

– Entre chicos y grandes ¿cuánta gente los sigue en cada misión que llevan a cabo?

– En verano llegamos a tener hasta 60 chicos en el oratorio, cantidad que baja a 35, más o menos, en invierno. Lo que más cuesta es convencer a jóvenes y adultos, aunque la mayor convocatoria se produce en el fogón de cierre, con casi 100 personas en el salón de Cáritas.

Blint manifestó que hasta ahora la playa no ha sido un lugar escogido para las actividades, más que nada “por una cuestión de responsabilidad”, aunque no descartan compartir una fogata con los más grandecitos, esos que, por la edad, pueden llegar a pedir “ayuda a gritos”. Además, deslizó que los gastos corren por cuenta de los misioneros y que todo lo que llevan para donar es lo que aporta la gente durante el año.

“Para que todo el dinero no salga de nuestros bolsillos, antes de la última misión organizamos una tallarinada y un té bingo. De ahí salieron los fondos, aunque nos ayudaron mucho desde Cáritas y también la comunidad parroquial de Stella Maris. Les agradecemos de corazón, porque si tenemos que costear todos los gastos a muchos se les hace imposible”.

Un juguete por una sonrisa

“En el último día de la misión pasada, en el fogón de cierre, al momento de la despedida, una nena preguntó: ¿No van a venir para el día del niño? Quedé paralizado, no sabía qué contestar, pero le dije que se quede tranquila, que íbamos a volver con regalos para todos los chicos. En ese preciso momento nos pusimos en ‘modo on’ para llevar adelante la primera campaña del juguete, que está llegando a su fin porque el finde del 3 y 4 de septiembre vamos a estar en Monte junto a los mismos gurrumines que vemos en la misión”, manifestó Gerónimo con orgullo.

Los que quieran colaborar con algún “chiche” (en lo posible en buen estado), se tienen que acercar a la capilla San Cayetano, en Bahía, o a la iglesia Stella Maris, acá en Monte. También se pueden comunicar por WhatsApp al 291-4272593 y, en caso de que no se puedan acercar a los puntos de entrega, un móvil de la organización lo puede ir a buscar al domicilio que se informe.

– ¿Qué tipo de festejos tienen programado?

– Un festival con juegos y algunas sorpresas. Todavía hoy me acuerdo de la carita de la nena y no hay nada que nos impida estar allá para celebrar un día del niño distinto para todos, para ellos y para nosotros también.

– ¿Cuáles son las emociones que te llenan el alma?

– Una más que todas, la “paternidad” que estoy ejerciendo sobre nenes que me siguen a todos lados y me preguntan si los dejo hacer tal o cual cosa. Con 23 años me siento el padre de muchos, situación que se da por el simple hecho de acompañarlos y escucharlos. Somos receptores de ciertas historias que a veces ni los padres biológicos conocen.

También somos receptores de ciertos temores y preocupaciones de adolescentes y adultos de las que sus parejas o sus hijos no están al tanto. No podemos actuar en consecuencia, pero los entendemos y los consolamos; es la vida misma.

– Misioneros, psicólogos y asesores espirituales, todo al mismo tiempo.

– En mi caso, psiquiatra, si lo llevo a mi vocación como médico. Somos acompañantes o simples consejeros, no más que eso. Si estamos con ellos, debemos asumir el compromiso de ayudar a gente que se siente marginada del mundo pero que no sabe cuanto vale.

Más allá de la pobreza material, hay personas que no se valoran a sí mismas y que ven pasar el tiempo sin aprovecharlo. Lo que si puedo asegurar es que la gente tiene un corazón enorme, dan hasta lo que no tienen. Cuando ganan tu confianza, florece el don de ofrecerte todo, lo digo por experiencia propia. La apertura es porque se sienten a gusto, porque nunca nadie los trató de la manera que vos los estás tratando en ese momento.

– Es increíble.

– Ellos, aunque no tengan nada para merendar, si saben que vos los vas a visitar hacen lo imposible para hacerte sentir halagado. Cocinan tortas fritas o compran una torta, pero algo en la mesa siempre tiene que haber.

Cuando voy a misionar, la apertura de la gente del barrio es mucho más amplia a cuando voy por otro motivo, por ejemplo por algún trabajo práctico de mi carrera, donde voy casa por casa haciendo relevamientos. No me abren la puerta de la misma manera, no sé… No tengo dudas que es el Señor el que abre los caminos y esos lazos de solidaridad.

«Debemos asumir el compromiso de ayudar a gente que se siente marginada del mundo pero que no sabe cuanto vale»

– ¿Por qué vas a elegir la psiquiatría como orientación?

– Por experiencias personales con gente conocida y amiga relacionada con la salud mental. Estoy viendo que el mundo se está volviendo loco, pero esa locura no es un estigma negativo, considero que a muchos pacientes con las facultades mentales alteradas les falta que los escuchen y los comprendan.

Algunas vivencias vinculadas a adicciones y suicidios me han impactado, y elijo ayudar de esta forma porque desde el punto de vista de la iglesia, la psiquiatría es la especialidad médica en donde más me puedo entregar por el bien del prójimo. Me gusta la urología, pero siento que con la psiquiatría puedo colaborar más humanamente y con mayor compromiso con relación a otras especialidades médicas.

¡Gardelito viejo nomás!

“Sí, canto, es una pasión que surgió en el colegio primario pero que puse en práctica en el secundario, entonando diversos temas musicales en los cierres de los distintos actos de fin de curso (estudió en el Ciclo Básico y Agricultura y Ganadería). Como me gustaba, empecé a estudiar y hoy disfruto actuando en casamientos, cumpleaños y fiestas de 15”, señaló el “señor Tango”.

– ¿A dónde hay que llamar para contratarte?

– Ja, ja. De chico, en encuentros familiares, cantaba temas de Perales, Dyango y Sandro, lo que más escuchaba. Sin embargo, en un momento dije “le tengo que meter joda”, y arranqué con Cacho Castaña (Garganta con Arena, Café la Humedad, entre otros) hasta llegar a “Qué tango hay que cantar”, de Rubén Juárez.

Como me fue bien, prolongué el repertorio, me fui a los años 30, a Gardel y Lepera, con “Melodía de Arrabal”. Fue mi primer tango, lo canté con el alma y salió bárbaro. Lo que empezó como un hobby, hoy se convirtió en un trabajo.

Vale aclarar que “Gero” suele actuar en distintos shows, públicos o privados.

– Muchos creen que la música es una herramienta de evangelización.

– Yo también lo creo. En la misión, en el fogón, canto algún temita que sepan todos, es una manera de acercarme más a la gente del barrio. También voy a los geriátricos, a que me escuchen los abuelos, tal vez los que más a gusto se sienten con las letras de los tangos que suelo interpretar.

Este “Gardelito” integra la orquesta típica “En Conserva”, que tiene como logo un bandoneón dentro de un frasco. “Con eso queremos demostrar que conservamos el tango. Soy uno de los cantantes, somos una orquesta joven, compuesta por 18 integrantes. También soy parte de ‘La Esquirla Tango’, una versión reducida de cuatro a seis músicos que concurren a eventos menores. De una forma u otra, todos los fines de semana tengo algo que cantar… (risas)”.

Un show orquestal o personal tiene entre 10 y 15 temas, siempre con cantante en vivo. “Cuando voy como solista, me acompaña un guitarrista (Nicolás Fernández Vicente)”, aclara este tanguero servicial.

“Con la orquesta llenamos dos veces el Municipal; un orgullo tremendo”, cerró quien suele andar con el micrófono por distintos cafés de Bahía, donde ya lo conocen como “Gardelito”.

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