Nuevos paradigmas en el consumo y en la comunicación del vino argentino

En un mundo nuevo, el panorama que vivimos se transformó llevándonos a adquirir nuevas pautas de compra.

Vinos Distribuidora Laco

En los años 70, el consumo de vino en nuestro país se situaba en 90 litros por persona al año, cifra que se ha ido reduciendo hasta los 20 litros que se consumen en la actualidad, dato que está muy por debajo de lo que cabría esperar para un país productor y de gran tradición vinícola como es Argentina.

Este retroceso es consecuencia de los cambios sociales que en las últimas décadas experimentó el país y que dibujó nuevos escenarios que bodegas, productores y vinotecas deben tener en cuenta si quieren revertir la situación. En un mundo nuevo, el panorama que vivimos se transformó, habiendo modificando nuestros hábitos y llevándonos a adquirir nuevas pautas de compra.

En el contexto actual, no pasa por entender las características del consumidor sino más bien por comprender la evolución de la demanda. La diversidad de las necesidades reales, valores y estilos de vida de individuos globalizados e hiperconectados, que impactan en las estrategias de las marcas.

Es necesario entonces, profundizar el vínculo con el cliente, entenderlo. Hoy existe un público muy diferente al de ayer y debemos enfocarnos en reconocerlo e interpretar sus nuevas necesidades:

Viaje hacia lo natural

Vivimos en una sociedad urbana que consume naturaleza e idealiza lo natural y, ningún producto simboliza tan bien lo rural y natural como el vino. Esta tendencia de asociar el vino con la naturaleza y con el terruño jugará a favor de quienes se aboquen a elaborar vinos con estas identidades, ya que la nueva sociedad no querrá un vino a secas, sino un vino “del lugar”, cuyas características organolépticas estén vinculadas a unas costumbres y a una tierra en particular.

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Obsesión por la salud

Vivimos en una sociedad obsesionada por lo saludable, la calidad de vida, el estar en forma y que aspira a la eterna juventud. El vino, a diferencia de otras bebidas, cuenta con atributos saludables que se deben potenciar, como por ejemplo las ventajas anti oxidativas y cardiovasculares de las variedades tintas.

Priorización de la calidad sobre la cantidad

El vino ganará en consideración como bebida estelar de los actos sociales, de agasajo y ocio, pero perderá cotidianidad: no se beberá cualquier vino cualquier día, sino un buen vino los días especiales. Por lo tanto, se impondrán los vinos asociados a la calidad y que evoquen un relato propio.

Valorización de la cultura detrás de la botella

La nueva sociedad no beberá vino solo por sus características organolépticas o deleite gastronómico, también lo hará para participar de la cultura y los valores que simboliza. Y es que ningún alimento posee los atributos culturales que tiene el vino, lo que lo convierte en todo un tesoro.

Sociedad hiperconectada

Viviremos (o ya vivimos) en una sociedad digital hiperconectada, que toma sus decisiones de consumo en Internet y en la que el individuo es, al mismo tiempo, consumidor y prescriptor. El vino tendrá que dar la batalla, por tanto, en el espacio digital, encontrar su hueco y brillar en este contexto.

Exigencia de calidad y diferenciación

A día de hoy, las personas exigen mayor calidad, mayor diferenciación y mayor variedad con el fin de ajustar el consumo a sus propios gustos. Además, quieren sentirse especiales y están dispuestos a pagar por ello.

No solo consumir, sino participar de una historia

El consumidor ya no compra productos, sino las historias que estos representan. El marketing pasó de la imagen de marca a la historia de marca. En este contexto, las bodegas y profesionales del vino debemos saber crear y vender el relato de las marcas, y las bodegas deberán encargarse de construir y comunicar el relato de su propia marca.

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