Decía el filósofo español Rafael Alvira: la familia es el lugar al que se vuelve. La familia es esperanza. Comprenderla es llegar a su esencia.
Si hablar sobre la familia es hablar sobre nosotros mismos conversar acerca de aquellas cosas que nos preocupan de ella será un apasionante desafío que comenzaremos a transitar, y los invito, desde ahora, a compartir en esta sección que iremos publicando periódicamente.
Nuestro mundo complejo impone retos que desorientan a la familia: ¿cómo educar a nuestros hijos para que hagan frente a los cambios que se avecinan?
Hablar de las relaciones entre padres e hijos, afrontar los conflictos en casa, cuándo decir qué si o qué no, hablar claro y comunicarnos, serán algunos de los tantos temas que iremos abordando en cada encuentro.
Todos sabemos que no existe un manual para padres que traiga cada niño bajo el brazo. ¡Auxilio! Nosotros, los padres, no estamos entrenados debidamente para llevar a cabo la tarea que nos toca, dice la psicóloga Corkille Briggs.
En la relación familiar se debe procurar un entorno de seguridad afectiva-emocional que proveen los padres a los hijos con el fin de permitir una adecuada madurez. Para ello es muy importante tener en cuenta que lo que distingue al grupo familiar de los demás grupos sociales es la donación incondicional en el origen de cada vínculo. Esto que parece tan sencillo de decir es muchas veces muy difícil de cumplir.
Somos seres relacionales; ¿qué significa esto? Desde el principio de nuestra existencia necesitamos de otro para que nos cuide, proteja, nos de afecto y procure las necesidades más elementales como el alimento, el abrigo y la atención en general. Esta necesidad, a medida que crecemos, se transforma en deseo de vincularnos, amar y ser amados, de estar con otros y compartir la vida. Todo el existir de la persona se desarrolla en un entorno primero que es el familiar. Sin embargo, la cultura actual impulsada por el individualismo tiende a concebir a los vínculos únicamente como obstáculos.
¿Podremos los padres afrontar este reto? ¡Claro que sí!; hay que animarse a conversar de los temas que nos preocupan y marchar contracorriente si es preciso.
Defendemos la familia aunque vivirla requiera de muchas condiciones para que estas vinculaciones se organicen y equilibren, para educar a nuestros hijos, amarnos entre todos y disfrutar la tarea.
El desafío de convivir
El hecho es que la convivencia es de por sí un desafío. No todo es color de rosa, las interacciones en la vida doméstica están atravesadas por la rutina, los horarios, el cansancio, las preocupaciones y las obligaciones diarias entre otras cosas. ¿Podremos a su vez los padres tener un momento relajado, estar de buen humor, espléndidos, creativos, tener todo ordenado, prevista la comida y las compras hechas, los chicos atendidos, los deberes organizados, mirar una película o tomar un café?
Es difícil, pero ¡no hay que rendirse! Donde haya familia hay oportunidad para ser felices aunque haya que trabajar para eso. Las tareas más arduas de la vida son las que más satisfacciones nos brindan.
En una familia cada uno es como es, con sus defectos y virtudes, esto que parece tan simple muchas veces trae problemas…No todos somos tolerantes, o hablamos sin gritar, o somos ordenados o tenemos buen carácter. Las formas de ver la vida de cada uno también pueden traer problemas…
Además de nuestros ciclos vitales personales (infancia, niñez, adolescencia, juventud, adultez) la familia también pasa por etapas. Cada ciclo trae sus cambios y crisis y cada etapa familiar también. No es lo mismo las vivencias que atraviesan los papas jóvenes con niños pequeños que las que atraviesan los padres de mediana edad con sus hijos adolescentes.
Los primeros deberán pensar en favorecer ámbitos seguros en donde el juego sea la actividad más favorecida y la implementación de los primeros hábitos sea un ejercicio habitual; en cambio, los segundos tendrán que pensar en proporcionar un clima de confianza y comunicación que permita la independencia y un trato más maduro a los hijos.
Estamos atravesando diferentes amenazas por las que no podemos ser indiferentes. En este sentido las pantallas, el internet y los diferentes consumos, están causando un enorme impacto social, familiar y personal provocando una influencia perniciosa y preocupante.
En verdad la familia es un poderoso antídoto para estos riesgos. Construir un hogar es tener una linda familia. Así pues, establecer relaciones familiares que favorezcan un entorno seguro, en el que los niños puedan descansar y desarrollarse de manera saludable es condición trascendente. En este sentido, lo que se haga en una familia generará una impronta de salud mental que influirá en la personalidad y el equilibrio de cada uno.
¡¡A trabajar por ello!!